"Las cosmovisiones antiguas no son las nuestras ni deben serlo" Hacia el 'exorcismo' de un concepto: el diablo

El bien y el mal
El bien y el mal

"Los conocimientos bíblicos contemporáneos nos permiten conocer la génesis y el proceso de formación de la idea de un ser maligno que encontramos recién en el período intertestamentario"

"No es un racionalismo liberal afirmar que estas ricas cosmovisiones antiguas no pueden aceptarse en pleno siglo XXI, en la era de la exégesis crítica, de la neurociencia o de la paleoantropología"

"La creencia en la figura del Diablo que lucha con Dios por apartar y condenar al ser humano, que lo tienta hacia el mal o que está al origen de sus malas acciones debemos reservarla para la mentalidad del hombre antiguo"

"Ni que hablar del problema que se le presenta a la teología misma cuando se analiza críticamente la explicación tradicional del origen del Diablo: una curiosa rebelión de un ángel creado por él mismo que arruina toda su obra. Dios debe replantear toda su obra por este 'accidente'"

En una de las tantas entrevistas, el famoso exorcista G. Amorth explicaba que el diablo “es un espíritu creado por Dios como ángel. Como los hombres, también los ángeles fueron sometidos a una prueba de obediencia en la que Satanás, que era el más esplendoroso entre los espíritus celestes, se rebeló.”

“Satanás es el primer diablo de la historia sagrada, además de ser el más potente de todos. Como en el paraíso, con los beatos y los ángeles, en sus distintas categorías, también en el infierno hay una jerarquía. Mientras que el Reino de Dios está gobernado por el amor, el reino de Satanás está dominado por el odio. Los demonios se odian entre ellos y su jerarquía se basa en el terror”.

Y en la entrevista, repite una idea recurrente: “La verdadera carta vencedora del demonio es estar siempre escondido y la cosa que más desea es que no se crea en su existencia. Él nos estudia a cada uno y nuestras tendencias al bien y al mal, y después suscita la tentación, aprovechándose de nuestras debilidades".

Gabriele Amorth

Las ideas, los lenguajes y los detalles de este tipo de relatos son sorprendentes e, incluso, superan con mucho la relativa sobriedad de los relatos bíblicos. Leer este tipo de afirmaciones nos zambulle en un mundo tan misterioso como fantástico.

Los conocimientos bíblicos contemporáneos nos permiten conocer la génesis y el proceso de formación de la idea de un ser maligno que encontramos recién en el período intertestamentario. Como afirma el gran exégeta belga y profesor del Pontificio Istituto Biblico de Roma, Satanás no existe en la Biblia hebrea (cf. “Il Signore chiese a Satana: “Da dove vieni?” – Satana nelle antiche scritture ebraiche”, Il mistero del male. Il diavolo: mito e realtà, ed. Alberto BIGARELLI; Reggio Emilia: Edizioni San Lorenzo, 2006, 23-49).

La exégesis científica nos permite subrayar algo que no siempre es una obviedad, como debería serlo: el mundo antiguo con sus representaciones no es el nuestro ni debe serlo. Para la antigüedad era natural la interacción con seres más allá de lo visible en el tiempo y espacio humanos. “La Biblia está llena de lenguaje religioso hecho de imágenes. Para los primeros cristianos esas imágenes eran realidades indiscutibles. No era figurado cuando hablaban de cielo e inframundo, de Satanás y demonios, de Hijo de Dios y de ángeles. Recién una conciencia moderna debe ver qué considera como figurado y qué como realidad” (G. Theissen, Die Entstehung des Die Entstehung des Neuen Testaments als literaturgeschichtliches Problem (Schriften der Philosophisch-historischen Klasse der Heidelberger Akademie der Wissenschaften) Gebundene Ausgabe, 2011, 19).

El ángel caído

Además de reflejar la convicción de la exegesis científica, dos exégetas suecos describen lo que podríamos llamar un principio de sentido común:

“Un principio fundamental en la investigación histórica de Jesús es que debemos acercarnos a los evangelios desde una perspectiva crítica, así como lo hacemos con otra literatura antigua. La historiografía moderna, con sus requerimientos de objetividad y corroboración de hechos simplemente no existía en la antigüedad. Era común, por ejemplo, que un autor atribuyera discursos compuestos por él a sus personajes. La activa participación de dioses en asuntos humanos formaba parte de la cosmovisión de la época (…) y espíritus malignos causaban enfermedades. Los evangelios reflejan la comprensión de la realidad típica del primer siglo, en la cual eran posibles eventos sobrenaturales y los espíritus malignos se expulsaban con exorcismos. Los autores no ofrecen lo que podrían llamarse relatos históricos objetivos” (Cecilia Wassen - Tobias Hägerland, Jesus, The Apocaliptic Prophet, T&T Clark 2021, 13).

No es un racionalismo liberal afirmar que estas ricas cosmovisiones antiguas no pueden aceptarse en pleno siglo XXI, en la era de la exégesis crítica, de la neurociencia o de la paleoantropología. La creencia en la figura del Diablo que lucha con Dios por apartar y condenar al ser humano, que lo tienta hacia el mal o que está al origen de sus malas acciones debemos reservarla para la mentalidad del hombre antiguo.

Sostenerla acríticamente no sólo atenta contra los principios más básicos de la interpretación de textos antiguos, sino que además termina caricaturizando la libertad y la capacidad de determinación y decisión autónomas del ser humano. Capacidades que están ciertamente condicionadas por innumerables factores, pero no por la acción maléfica de entes trascendentes. El ser humano es lo suficiente hombre como para hacerse cargo de sus errores y desvíos. No necesita buscar causas del mal fuera de su complejo mundo interior, su instinto animal, y de su entorno no rara vez salvaje.

Dualismo del vien y el mal

Ni que hablar del problema que se le presenta a la teología misma cuando se analiza críticamente la explicación tradicional del origen del Diablo: una curiosa rebelión de un ángel creado por él mismo que arruina toda su obra. Dios debe replantear toda su obra por este “accidente”. Es una suerte de descuido divino o de imprevisión de su sabiduría omnisciente. Difícilmente se podría explicar convincentemente la razón de la creación de un ser que haría desplomar el plan divino.

No por nada el lúcido teólogo Andrés Torres Queiruga considera el recurso al diablo como una especie de "pariente pobre del dualismo" (Cf. "Repensar el mal. De la Ponerología a la Teodicea", Madrid, Trotta 2011, 162). Quizás el exorcismo necesario y saludable sea el del concepto mismo.

Aunque la Biblia afirme que Jesús realizaba exorcismos. No basta con que su letra afirme algo para tomarlo literalmente y darle un valor real. La Biblia requiere ser interpretada con las herramientas adecuadas. Jesús vivió como un judío inmerso en la historia y cultura del judaísmo del siglo I.

El Nuevo Testamento le atribuye curaciones con el uso de la saliva (Mc 7,33; 8,23; Jn 9,3). ¡El verbo ptúo que significa “escupir” es muy fuerte para nuestra sensibilidad sanitaria contemporánea! ¡Menos mal que, en este caso, no se lo reproduce literalmente!

curación de Jesús

También el Nuevo Testamento menciona que Jesús le pide al leproso que presente la ofrenda que prescribió Moisés (Mc 1,40-43; Mt 8,2-4; Lc 5,12-16), es decir, debía llevar dos pájaros, madera de cedro, púrpura escarlata y un hisopo. Luego se debía degollar uno de los pájaros sobre una vasija de barro sobre agua corriente, luego mojar todo junto con el pájaro vivo en la sangre del pájaro degollado y terminar haciendo siete aspersiones (Lv 14, 1-32). ¡Evidentemente las cosmovisiones antiguas no son las nuestras ni deben serlo! Aunque también es cierto: cada uno elige el mundo en el que quiere vivir.

Primero, Religión Digital
Volver arriba