"Los trastornos de alimentación no han llegado de la mano del top model" La sagrada anorexia: la religión y los trastornos alimenticios

Santa Librada tras ser crucificada por su padre, el rey de Gallaecia y Lusitania
Santa Librada tras ser crucificada por su padre, el rey de Gallaecia y Lusitania

En el santoral del catolicismo abundan las mujeres a las que hoy diagnosticarían claros trastornos de alimentación, entre otras Catalina de Siena y Rosa de Lima

Morir de desnutrición fue en el pasado la única forma de suicidio que no iba en contra de la voluntad de Dios

Los trastornos de alimentación no han llegado de la mano del top model ni de la moda de las dietas

La relación entre la anorexia y la religión, especialmente las monoteístas, siempre ha sido estrecha, afectando fundamentalmente a mujeres. Desde Catalina de Siena hasta santa Rosa de Lima, en el santoral católico abundan las mujeres a las que hoy diagnosticarían claros trastornos de alimentación. En el siglo I se empleó por primera vez el término anorexis, definido entonces como una “falta de deseo”.

Durante la Edad media, la anorexia mirabilis, también llamada anorexia sagrada, se convirtió en una extendida práctica entre las mujeres. Ofrecían a dios largos ayunos que poco a poco serían sustituidos por la supresión total de las ingestas, hasta que sus corazones dejaran de latir. Este martirio suponía, a veces, la santificación.

La anorexia surge del ideal de dominar tu propio cuerpo. A menudo impulsado por la voluntad de autocastigarse, se anula toda vía y forma de satisfacción. Tanto en la anorexia sagrada como en la nerviosa (la más conocida en la actualidad), el objetivo principal del enfermo es sentirse más fuerte que los impulsos de su cuerpo.

Para las personas religiosas, la comida representaba el pecado terrenal, mientras que el ayuno estaba relacionado con la limpieza y la purificación del espíritu. No se trata de etiquetar a las vírgenes como anoréxicas ni a las anoréxicas como santas, pero en ambas situaciones se emplea la comida como forma de expresión. Tanto en la mirabilis como en la nerviosa, se trata de mujeres afligidas que, a través de la comida, encuentran su forma de expresarse o de rebelarse. Puesto que no sienten el control sobre su vida, hacen lo imposible para sentirlo sobre su cuerpo.

El cuerpo como prisión para el alma

En el cristianismo, como en muchas otras tradiciones religiosas, la ascética es un modo de acceso místico, de comunicación con Dios. El obispo san Agustín, máximo pensador cristiano del primer milenio, definía el cuerpo como una prisión para el alma. Decía que el sacrificio y la penitencia eran los únicos caminos para la expiación de los pecados.

En sus biografías, las religiosas afirman que lo que ansiaban rehusando de la comida era acercarse a Dios a través del sufrimiento causado por el hambre, como otra flagelación. Se negaban a consumir comidas mundanas (la eucaristía no lo era) por ser impuras, es decir, porque iban en contra de la limpieza moral.

En su vida terrenal, Cristo mismo se abstuvo de alimento en los 40 días que estuvo en el desierto, lo que se toma como muestra ejemplar de ascetismo ya que solamente bebía agua. “En conmemoración de esos cuarenta días, nosotros observamos la cuaresma” (Mateo 4:1).

Esta forma de templanza se observa en otras religiones, en la musulmana durante el Ramadán, en la judía con el Yom Kippur. En esa idea, se pretendía adquirir la santidad a través de la renuncia y el castigo físico, como los mártires. Los canonizados dan la impresión de ser etéreos, como alejados de la realidad. En consecuencia, los fieles buscan esa idealización del alma rechazando las necesidades terrenales, como el hambre o la lívido, para fusionarse con lo divino.

Uno de los síntomas habituales del infrapeso es la anulación del deseo sexual, deseado por los religiosos. Aún hoy, una de las frases más escuchadas en las unidades de tratamiento de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) es que la anorexia es un buen cinturón de castidad. En la santa anorexia, el dominio sobre las manifestaciones sexuales del cuerpo es el medio para alcanzar la pureza. Como los ayunos, estas restricciones se traducen en la fortaleza que domina los impulsos del cuerpo, aunque ello implique una relación estrecha con la muerte.

Lejos de la mediática idea de la delgadez como búsqueda de miradas, el ideal estético de la anorexia condensa angustia y mortificación del cuerpo. Tanto en la nerviosa como en la mirabilis, normalmente la persona afectada busca suprimir la voluptuosidad y no ser atractiva, deseos a menudo ligados a una mala experiencia sexual.

La enfermedad de las vírgenes

La voluntad de algunas mujeres de verse ominosas ha dejado innumerables anécdotas para la historia, siendo la de santa Librada una de las más destacables. Esta virgen mártir de Portugal del siglo XIII fue prometida en matrimonio por su padre siendo una niña. Para evitar el casamiento, realizó su voto de virginidad y oró con arduo deseo para que Dios la convirtiese en un ser repulsivo. La consecuencia fue que le creció el vello por todo el cuerpo además de la barba. Su prometido, un rey musulmán, rompió el compromiso y partió de Portugal.

Según los especialistas en bulimia y anorexia, el hecho de que crezca vello abundante en el cuerpo e incluso barba puede deberse a la falta de alimento, que Librada practicó para deshacerse de su feminidad. El fenómeno es denominado hirsutismo y consiste en el mecanismo que el cuerpo desnutrido crea para mantener el calor corporal.

Como ella, muchas otras mujeres han logrado huir de una vida no deseada a través del plato. En 1750, la anorexia mirábilis fue denominada la enfermedad de las vírgenes, caracterizada principalmente por la amenorrea (ausencia de periodo), uno de los primeros síntomas de desnutrición. Esta falta era llamada “masculinización”, interpretada como la liberación del pecado de Eva. Al no menstruar, no podían tener hijos, desertando de la obligación del matrimonio y maternidad.

De alguna manera, la anorexia constituía la emancipación de la mujer en la Edad Media puesto que, una vez en el convento, podían obtener una formación académica que en el contexto matrimonial era interpretada como una amenaza a la autoridad de los esposos. Siendo monjas podían desarrollar actividades artísticas, aprender a leer y tener acceso a la vasta literatura preservada en esos lugares.

Santa Catalina de Siena, mística italiana del siglo XIV, es, antes que Librada, la primera anoréxica de la historia. Queriendo también huir del matrimonio se dedicó en cuerpo y alma a la religión. Su vida se basaba en castigos corporales (se flagelaba con una cadena), un ascetismo alimentario creciente y una actividad física incesante. Más tarde, comenzó a vomitar lo poco que ingería hurgándose en el esófago con ramas de diferentes plantas, con las que siempre es representaba en las imágenes piadosas. Aseguraba que ello le hacía sentirse más cerca de Dios. Catalina fue un ejemplo a seguir por muchas religiosas, a pesar de su conducta claramente suicida.

Santa Catalina de Siena
Santa Catalina de Siena

"De alguna manera, la anorexia constituía la emancipación de la mujer en la Edad Media puesto que, una vez en el convento, podían obtener una formación académica que en el contexto matrimonial era interpretada como una amenaza"

Un 'suicidio' que no es pecado

Actualmente, la anorexia se conoce como una neurosis alimentaria paralela a la melancolía. El psicoanalista Jacques Lacan pensó que la tendencia psíquica a la muerte en los enfermos de trastornos alimentarios se revela en suicidios especiales señalados como no violentos, y es que morir de desnutrición era la única forma de suicidio que no iba en contra de la voluntad de Dios. En épocas en las que las mujeres estaban sujetas a la voluntad de la Iglesia o a la de los padres o maridos, la renuncia a la comida era la única forma de decidir sobre sus vidas; elegían casarse o no, vivir o morir.

Otros síntomas de esta enfermedad, además del hirsutismo y la amenorrea, son los delirios y paroxismos causados por un cerebro desnutrido. Las alucinaciones eran a veces interpretadas como apariciones místicas, con la siguiente correlación: si ofreces tu ayuno al Señor, éste se presentará ante ti.

Juana de Arco, otra religiosa con infrapeso, fue acusada de brujería porque sus visiones fueron tachadas como obra del demonio. La Inquisición la quemó por hereje. No deja de ser curioso que en 1909 el Vaticano optara por el argumento opuesto, para proceder a su canonización: las voces y visiones eran obra de Dios. La desnutrición causaba verdaderos paroxismos de piedad combinados con gritos obscenos y pasionales, estigmatizaciones y éxtasis que pronto se dieron como verdaderas epidemias en España y en toda la Europa cristiana.

En conclusión, los trastornos de alimentación no han llegado de la mano del top model ni de la moda de las dietas. La anorexia y la bulimia son enfermedades de causa social, en la que el individuo alberga el virus de una idea absoluta y universal, sea la delgadez o la santidad.

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