"El feminismo, por santo y sano que sea, es heterodoxo, por definición eclesiástica"

"Nuestra Santa Madre la Iglesia precisa con urgencia revisar sus normas y leyes antifeministas"

La Iglesia “oficial”, desde sus cumbres jerárquicas, proporciona elementos sobrados que “tocan a arrebato”, acerca de la inferioridad de la mujer, por mujer, en relación con el hombre-varón

No son pocos los varones “católicos, apostólicos y romanos” convencidos, además “en el nombre de Dios”, de que la mujer, por mujer, apenas si podría ser y ejercer de persona, y menos en la Iglesia

La violencia machista, si no amparada o permitida por la Iglesia “oficial”, al menos está justificada y, en cierto sentido, se esplica por sus leyes y normas

Feminismo
Feminismo

Por lo visto, leído y semi oído entre los excesos de decibelios del domingo, y por iniciativa de la Comisión Diocesana de Vida Libre en orden a la eliminación de la “Violencia contra la Mujer “, las campanas de la catedral de Madrid y de los templos cuyos párrocos o hayan consentido, echan al vuelo sus lágrimas, gritos de dolor y de vergüenza , humana y divina.

¿Por qué y para quién, o quienes, tocan las campanas, con la seguridad y promesa de que sus lamentos serán percibidos por el pueblo, solo por el hecho de proceder de los campanarios en los que se anidan, al lado de zancudas cigüeñas, tanto o más familiares blancas y respetuosas que quienes mandaron, o permitieron, sus tañidos?

Con templanza, pero con claridad y contundencia broncínea, intento aquí y ahora recordar una vez más, ideas esbozadas en frecuentes ocasiones.

Campanas tocan contra la violencia machista
Campanas tocan contra la violencia machista

La Iglesia “oficial”, desde sus cumbres jerárquicas, proporciona elementos sobrados que “tocan a arrebato”, acerca de la inferioridad de la mujer, por mujer, en relación con el hombre-varón. Para ello no se avergüenzan de presentar y alegar argumentos que dicen ser fieles interpretaciones de la Biblia, con inclusión de los Evangelios, de los “Santos Padres” y de “sabios” teólogos, y todo ello sin ahorrarse la catalogación de “Palabra de Dios”.

La violencia contra la mujer –“pecado” por definición-, si no llega a “virtud” en la Iglesia, la merodea o la ronda. No son pocos los varones “católicos, apostólicos y romanos” convencidos, además “en el nombre de Dios”, de que la mujer, por mujer, apenas si podría ser y ejercer de persona, y menos en la Iglesia, con los mismos derechos y deberes que sus “santos esposos”, con imposibilidad, por ejemplo, de acceso al sacerdocio y –¡válgame Dios¡-, en su día, hasta al episcopado.

El Código de Derecho Canónico, la Liturgia, la praxis, la teología, homilías y declaraciones, la Pastoral…y cuanto se relaciona con la Iglesia, es -tiene que ser- necesariamente machista, para salvar su ortodoxia. El feminismo, por santo y sano que sea, es heterodoxo, por definición y “por la gracia de Dios”. Curas, obispos, arzobispos, cardenales y papas recientes y antiguos, acérrimamente siguen empeñados en cerrarles las puertas a la igualdad de funciones de las mujeres respecto a los varones.

Tal vez el toque de campanas a favor de aspiración tan justa, pueda espabilarles el sueño beatífico a quienes fueron educados en la creencia falaz, de que el cielo –“el Reino de Dios”- podría ser cielo, o más cielo, si no fueran también las mujeres quienes se avecindaran en él. Es de notar que no solo el clero, sino sus secuaces –“seguidores de sus ideas”- necesitan” desentaponar” sus oídos, libres de prejuicios “teológicos”, malignos o malignizados unos, y otros simplemente obstaculizados por rutinas o ritos “de toda la vida cristiana”.

Machismo en la Iglesia
Machismo en la Iglesia

La violencia machista, si no amparada o permitida por la Iglesia “oficial”, al menos está justificada y, en cierto sentido, se esplica por sus leyes y normas.

Las campanas dejarían de ser instrumentos de predicación y evangelización de la verdadera doctrina cristiana, si su uso excepcional en este domingo, se limitara hipócritamente a tranquilizar con su persistente y tenaz tañido, conciencias clericales, con olvido supino de que ”Nuestra Santa Madre la Iglesia” precisa con urgencia revisar sus normas y leyes antifeministas.

Además de acrecentar y potenciar el eco del dolor de familiares y amigos que acompañan al cementerio los cuerpos de las mujeres víctimas, y a veces de sus hijos, as campanas han de ejercer el ministerio de conversión dentro de la propia Iglesia de quienes desde sus prédicas y comportamientos siguen impertérritamente convencidos de que el hombre-varón fue creado por Dios y que la mujer-serpiente fue la mala, ya desde el principio de esta película bíblica.

Rezos, vigilias y toques de campana sirven de poco-de nada- en el trágico y penoso marco de la violencia contra la mujer por mujer, a manos del hombre-varón, también y más por lo que respecta a la Iglesia. Esta demanda ya, y con todas sus consecuencias que, por definición de su propia jerarquía, normas, leyes, adoctrinamientos y comportamientos, quede luminosa y evangélicamente claro que “Dios creó al ser humano -hombre y mujer- a su imagen y semejanza e idénticos derechos y deberes.

La Iglesia que sueño 15
La Iglesia que sueño 15

La Iglesia, una vez más, pierde a la mujer, con fragrante y suicida olvido de que en la sociedad civil, en su diversidad de áreas, ámbitos y funciones, el papel de la mujer es tanto o más efectivo y brillante que el del hombre-varón.

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