Un rincón de la "tierra sin males"


Como una llamarada en medio de la noche, como una flor exótica y barroca en tierras de América, hoy Brasil, se eleva este templo de San Miguel, patrimonio de la humanidad. Como un milagro en torno a estas iglesias de piedra que parecen trasplantadas de la España del siglo XVII floreció un sistema de vida, unas comunidades autogestionadas, las famosos reducciones jesuíticas, únicas en la historia, donde la educación, el trabajo, el arte, la música, la imprenta elevaron el espíritu de los guaraníes demostrando que era posible su viejo ideal de encontrar una “tierra sin mal”.
Hoy sus ruinas son visitadas por los turistas y a pocos metros se palpa la miseria y la desigualdad de los sucesores de aquellos indios artesanos e ilustrados. Sus selvas han sido taladas, su cultura borrada, su ideal domesticado por la falsa utopía el del consumismo de la publicidad y la televisión. Ante el pesimismo que nos invade surge una añoranza a la vuelta a la naturaleza, la solidaridad, el trabajo digno en paz, y la poesía y el arte como respiración de la trascendencia. Si fue posible una vez, ¿por qué no ahora?

-
Volver arriba