La sinfonía de las gaviotas


Son como notas de un pentagrama. Componen una sinfonía íntima hecha de giros y planeos sobre el mar, la playa, el puerto, el resto de la costa. Se dirían partes de un todo, como si una gaviota no pudiera prescindir de las demás cuando vuelan, cazan, juegan o se despiden del día graznando al último sol de la tarde.
Debajo, los humanos nos creemos entes separados. Nos enfrentamos en discusiones y guerras inútiles, nos agredimos con la lengua y las manos para defender una bolsa de monedas, una opinión o una parcela de materia. Somos notas sueltas en busca de sinfonía.
El día en que aprendamos a volar y danzar juntos recuperaremos la esencial pertenencia, recordaremos que estamos hechos de la misma pasta, del mismo viento y celaje, un todo del que equivocadamente creíamos estar separados. Y entonces, como por encanto, se disolverá la tristeza en el aquí y el ahora, y caeremos en la cuenta de que siempre habíamos sido, seremos y somos parte de un único y eterno azul.
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