A veces, cuando vuelves


De muchos modos y maneras Dios se nos comunica en la vida. En mi juventud, cuando tenía diecisiete años, disfrutaba a pleno pulmón de la biblicleta proque, como había sido un niño enfermo, con tuberculosis ósea en la cadera, me costó mucho volver a pedalear. Empecé a usarla a medio pedal hasta que conseguí dar la pedalada entera. Entonces mi hermano menor, Miguel Ángel corrió muy contento a contárselo a nuestra madre: ¡Pedro ya puede pedalear del todo! Y la bici se convirtió para mi en sacramento del encuentro con la naturaleza, particularmente junto al mar de Cádiz, un infinito que la abraza.

Aprendí entonces a saborear el silencio a piñón libre para poder escuchar el Mar...



A VECES CUANDO VUELVES

A veces, cuando vuelves,
de nuevo soy aquel
que en bicicleta
renacía del mar
el aire y el silencio,
compañero de amor,
mi Dios de cerca;

y escucho en mí otra vez
el canto agudo
del piñón, lanzando la cadena,
mientras, azul el cielo,
volaban gaviotas.

Me renacen las teclas olvidadas
de un piano de agua
y de requiebros.
Oh voz, palabra familiar,
desde la sangre antigua,
llamándome otra vez
a ser del todo
una gota en el mar
polvo del aire,
y andar con los bombachos
soñoliento
por las olas sin rumbo
que inventa el horizonte.

Pedro Miguel Lamet
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