TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN, UN APREMIANTE DESAFÍO PARA HOY
La Teología de la Liberación surge del hambre y sed de Dios y del hambre y sed de justicia y de pan que tienen los oprimidos.
| Fernando Bermúdez López
Con alguna frecuencia me encuentro en España con personas que se confiesan católicas, señalando a la Teología de la Liberación como una desviación de la fe cristiana a la que califican de marxista. Son personas imbuidas de ideologías ultraconservadoras, discriminatorias y racistas, actitudes totalmente contrarias a la enseñanza de la Iglesia católica. Es por eso que, desde mi experiencia como misionero que he sido durante varias décadas en América Latina, presento los rasgos básicos de esta Teología.
La Teología de la Liberación no es un invento de los últimos tiempos, no es creación de los obispos, teólogos y comunidades cristianas de América Latina. Tiene sus raíces en el Evangelio de Jesús, quien se identificó con los más débiles y llamó a una liberación personal y social.
Fuentes de la Teología de la Liberación
Esta teología arranca del mensaje y práctica de Jesús de Nazaret, quien no solo predicó y nos enseñó a orar, sino que asumió una actitud liberadora integral: curó enfermos, dio de comer a los hambrientos, desenmascaró la hipocresía de los religiosos de su tiempo que solo se dedicaban al culto y olvidaban el servicio a los más pobres (Mt 23,23), llamó a un cambio de estilo de vida y denunció con fuerza a los poderosos (saduceos, fariseos, sumos sacerdotes) y al rey Herodes, que solo vivían para acumular riqueza mientras a su lado había gente que pasaba hambre. Esta teología se ubica en la línea liberadora de los profetas bíblicos y de Jesús de Nazaret, que es la espiritualidad ético-profética frente a la religiosidad ontológico-cultualista.
Teología de la Liberación surge del hambre y sed de Dios y del hambre y sed de justicia y de pan que tienen los oprimidos. Jesús se identificó con las luchas y esperanzas de los pobres y llamó a conformar una nueva forma de vida basada en la fraternidad universal. A este proyecto de justicia y fraternidad lo llamó “Reino de Dios”, porque Dios reina allí donde hay amor, es decir, allí donde se comparte la vida y los bienes de la creación como hermanos. Jesús presenta la necesidad de transformar esta historia marcada por el egoísmo, la injusticia, la corrupción y el abuso de unos pocos contra las mayorías.
Liberación es el camino hacia una vida digna, en donde ningún ser humano es descartado ni tratado como esclavo o como sobrante. Es ver a las personas más empobrecidas no como objetos de ayuda, sino como protagonistas de su propia historia, más aún, como imágenes vivientes de Cristo. Es escuchar a Dios que clama en el sufrimiento de quienes no tienen tierra, trabajo, techo, salud, pan, ni voz.
Las grandes mayorías de América Latina, campesinos, indígenas, afrodescendientes y pobladores de las áreas marginales de las grandes ciudades, han sido históricamente marginadas y explotadas por una minoría rica, generalmente blanca, tanto nacional como extranjera.
Qué se entiende por liberación
Por el mundo no andan almas. Andan personas humanas. La liberación abarca toda la realidad de la persona. Liberación espiritual, moral, familiar, económica, social,política... Es una liberación integral.
Por lo tanto, cuando se habla de liberación se entiende por romper la esclavitud del egoísmo, la codicia y las cadenas de la explotación humana, el racismo, la xenofobia, el machismo, el capitalismo salvaje, la violencia estructural, el miedo y la indiferencia ante la humanidad sufriente. No separa libertad de justicia y solidaridad. Trata, pues, de liberar a los ricos y opresores de su ambición y codicia de poder y de riqueza, y de liberar a los pobres de su pobreza, pero también de liberar a estos de sus sueños de ser como los ricos. La Teología de la Liberación busca entrar en la dinámica de una nueva visión de la vida basada en la ética de la armonía con uno mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios.
El criterio que Jesús estableció no es la pertenencia a una religión, sino el haber servido y acogido a los hermanos más débiles, tal como hizo el buen samaritano al optar por los tirados en la orilla del camino de la vida (Mt 25, 31-46). Jesús fue rotundo al decir: “Haz tú lo mismo” (Lc 10,37).
La Teología de la Liberación convoca a una conversión personal y social. Es reconocer que no puedo decir que amo a Dios si paso de largo frente a las personas que sufren de cerca y de lejos, como son los migrantes y refugiados, que por las guerras o el hambre se ven obligados a dejar su tierra, arriesgando sus vidas en el desierto y en el mar. Es dejar que la fe nos empuje a caminar con los últimos, a denunciar lo que oprime y a anunciar un Evangelio que no se contenta con consolar, sino que también transforma. “Hombres nuevos para un mundo nuevo”, dirá San Pablo.
La liberación implica seguir a Jesús. Porque Él vino a anunciar “buenas noticias a los pobres, a liberar a los cautivos, a devolver la vista a quienes viven como ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y anunciar un año de gracia” (Lc 4,18). Los que optan por seguir a Jesús, también tendrán que hacer de su vida una buena noticia para los que sufren. Por eso, cuando hablamos de liberación, hablamos de justicia social, de ternura, de misericordia, de reconciliación, de lucha por la vida, de Reino de Dios.
El cardenal Álvaro Ramazzini decía: Nosotros no predicamos la Teología de la Liberación, pero la ponemos en práctica, porque de eso se trata”. La Teología de la Liberación es para vivirla. Cuando promovemos campañas de ayuda a los más pobres y desvalidos, algunos dicen: ¡qué bueno es este obispo! Pero cuando señalamos las causas de la pobreza, vociferan: ¡este obispo es comunista! En definitiva, la Teología de la Liberación une caridad y justicia. El santo Papa Juan XXIII decía: “no podemos dar en caridad lo que debemos dar en justicia. Caridad sin justicia es una adulteración del Evangelio”. Asimismo, el Papa Francisco no hablaba de teología de la liberación, pero la vivía en su inclaudicable opción por los pobres y en la denuncia profética que hizo del sistema capitalista, calificándolo de ser agente de muerte (Evangelii gaudium).
Esta teología asume la metodología de la JOC (Juventud Obrera Católica): Ver, Juzgar, Actuar. Es decir, parte de una visión seria y profunda de la realidad socio-económica (Ver), para pasar a un análisis crítico de esta realidad, desenmascarando las causas que generan desigualdad y pobreza (Juzgar), y finalmente, planificar acciones concretas para transformar esta realidad (Actuar) de acuerdo al proyecto de Dios revelado en las Escrituras, sobre todo por Jesús.
Teólogos y teólogas de la liberación
Los teólogos y teólogas de la liberación, como Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Ivone Guebara, Franz Hinkelammert, Hugo Assmann, Ignacio Ellacuría, Jon Sobrino, Pablo Richard, Jorge Pixley, Víctor Codina, Pedro Casaldáliga, Rafael de Sivatte…, recogieron la experiencia de las comunidades cristianas y la teología de los documentos de la Iglesia latinoamericana y la sistematizaron para servicio de la Iglesia. Hoy la Teología de la Liberación es asumida también por las distintas iglesias cristianas (luteranos, anglicanos, bautistas, presbiterianos…) y está extendida prácticamente por todo el Sur global, destacando el obispo Desmond Tutu en Sudáfrica y la teóloga surcoreana Chung Hyun Kyung. Asimismo, en el mundo musulmán destaca Maim Stifan Ateek, palestino; y en mundo judío, Marc Ellis. En España sobresalen Juan José Tamayo, Julio Lois, Benjamín Forcano, Pepa Torres, Teresa Forcades, Emma Martínez Ocaña, Bernardo Pérez Andreo entre otros muchos. Sin embargo, América Latina sigue siendo la pionera en la Teología de la Liberación.
Persecución por parte del imperio de Estados Unidos
El sistema capitalista, sobre todo el imperio norteamericano, que históricamente ha estado explotando y saqueando la riqueza de América Latina, no vio con buenos ojos a la Teología de la Liberación. Rockefeller elaboró un documento por parte del gobierno de Estados Unidos durante la administración Nixon, para inundar América Latina de sectas religiosas fundamentalistas con el objetivo de dividir al pueblo y contrarrestar la pastoral liberadora de la Iglesia católica. El mismo presidente dijo: “La Iglesia católica ha dejado de ser nuestra aliada”.
Los poderosos de Estados Unidos veían a la Iglesia católica como un peligro para sus intereses, porque su compromiso con el pueblo pobre y su reclamo por un cambio profundo de las estructuras socioeconómicas y culturales, fue considerado como revolucionario, es decir, un obstáculo a su proyecto colonizador y explotador. Un famoso predicador norteamericano de las sectas evangelistas, Billy Graham, fue asesor religioso de varios presidentes de Estados Unidos. En su libro Los ángeles secretos de Dios, defiende el espionaje norteamericano en el mundo y presenta a Estados Unidos como la “Nación elegida de Dios”. Por ello invierte grandes sumas de dinero en emisoras de radio y predicadores evangelistas en los países latinoamericanos para contrarrestar a la Iglesia católica.
Experiencia de fe en América Latina
La Teología de la Liberación fue incomprendida por Juan Pablo II (que veía a América Latina con sus lentes polacas), e incluso ha sido perseguida a causa de su opción por la liberación de los pobres. No olvidemos que Jesús fue incomprendido y perseguido por las autoridades religiosas de su tiempo. Las primeras comunidades cristianas también fueron perseguidas por las autoridades de Israel y después por el imperio romano. Y a lo largo de la historia, multitud de hombres y mujeres latinoamericanos han sido martirizados por esta causa. Recordemos a los obispos Antonio Valdivieso, San Óscar Romero, Beato Enrique Angelelli y Juan Gerardi. Multitud de sacerdotes, misioneros, misioneras y miles de catequistas y delegados de la Palabra de Dios, fueron asesinados por su defensa de los derechos humanos, particularmente de los pobres.
La Teología de la Liberación es una expresión de la Doctrina Social de la Iglesia, que se centra en la defensa de la dignidad de toda persona, los derechos humanos, el bien común, la justicia social, la paz, el diálogo como camino de resolución de conflictos, la promoción de la vida humana, el cuidado del medio ambiente y la solidaridad. Véase las encíclicas desde la Rerum novarun del papa León XIII hasta la última, del papa Francisco Fratelli tutti. También la constitución Gaudium et spes del Concilio Vaticano II y el documento de los obispos de América Latina (CELAM), conocido como el Documento pastoral de Medellín, que comienza diciendo:”No hay historia de salvación sin salvación de la historia”, e hizo una opción preferencial por los pobres. “Los principales culpables de la dependencia de nuestros países -señala el documento de Medellín- son aquellas fuerzas que, inspiradas en el lucro sin freno, conducen a la dictadura económica y al ‘imperialismo internacional del dinero’” (2,9); y califica la injusticia social de ‘violencia institucionalizada’ (2,16).
La Teología de la Liberación es consciente de que no puede haber reino de Dios si unos pocos acaparan los bienes de la tierra, dejando en la pobreza a las mayorías, si hay gente que muere de hambre, si hay hombres y mujeres que son marginados por su condición social, étnica, cultural o religiosa. Es liberación para el rico y para el pobre. Libera al rico de su ambición económica y egoísmo y al pobre de su pobreza y sufrimiento. Recordemos la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro (Lc 16, 19-31). Es la teología que se centra en el mandamiento de Jesús: el amor (Jn 13,34-38; Rm 12,10-15). El sueño de Dios para la humanidad es la creación de una nueva comunidad universal de hermanos y hermanas.
La Teología de la Liberación opta, asimismo, por la liberación de la mujer en la sociedad y en la Iglesia. Es decir, por la igualdad de todo ser humano más allá del género. Es opuesta al patriarcalismo. Opta por el pluralismo cultural y religioso, abogando por el diálogo interreligioso.
Retos para el mundo de hoy
Hoy más que nunca es apremiante la Teología de la Liberación. Lanza a la sociedad y a las religiones una serie de retos que, a modo de conclusión serían: pasar del individualismo a la conciencia comunitaria, del ensimismamiento propio de cada confesión religiosa al diálogo intercultural e interreligioso; de la civilización de la riqueza y del derroche a la cultura de la austeridad compartida; de los derechos humanos a la defensa de los derechos de los pobres, particularmente de los pueblos originarios, afrodescendientes y migrantes; del machismo y patriarcado a la liberación de la mujer; de los fanatismos nacionalistas a la conciencia de fraternidad universal; del saqueo irracional de los recursos naturales al cuidado y defensa de la naturaleza; del armamentismo a la oposición radical de la industria de las armas y confrontaciones bélicas; la opción por el diálogo como vía de resolución de conflictos. Pasar de la indiferencia ante la humanidad sufriente, como es hoy el criminal genocidio de Israel en Palestina, a la solidaridad internacional. Se trata de pensar globalmente y actuar localmente. Estos retos emanan de la conciencia espiritual y liberadora, inspirada en Dios Padre y Madre de la vida y del amor. Su presencia nos envuelve y libera moral y socialmente para vivir como hijos suyos y hermanos de todos los seres humanos y de todos los seres de la creación.
Laudate omnes gentes, laudate Deum