JUAN SIMARRO
Vivimos en un mundo en el que se vive
aferrado a la cruda realidad del presente y en donde
faltan horizontes utópicos. Muchos cristianos también se dejan arrastrar por este realismo cotidiano y no dejan a sus mentes paso a la utopía. No sueñan con un mundo mejor, con la cantidad de posibilidades de cambio en busca del “paraíso”, de una sociedad mejor, con nuevos valores, más justa, menos violenta y con más corazón. (
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