Buenos propósitos

Nos deseamos feliz año, los mejores deseos y cosas similares, no diré yo que siempre como fórmula de cortesía navideña, pues creo que una de las cosas sanas que quedan del tiempo navideño laminado por el consumismo, es que nos activa desear buenos deseos al menos a la gente que queremos. Pero me parece mucho más efectivo centrarnos en los buenos propósitos porque llevan implícitos actitudes de cambio. Y esto lo voy a hilar con un comentario lateral que hice la semana pasada en este blog y que ahora quiero convertirlo en el tema principal: decía que amar como a mí mismo encierra otra maravillosa verdad: tenemos que querernos para querer a los demás. Y añado ahora, porque no se puede amar lo que se desconoce.

Jesús nos dijo que amemos a los demás como a nosotros mismos. No más, pero tampoco menos: igual a como nos gustaría. Para algunos, es una recomendación lamentable porque son personas que no se quieren en absoluto; como para querer a otros. Los más optimistas salvarán el escollo convenciéndose de que pueden amar a los demás aunque no se quieran ellos. Pero, ¿cómo dar a otros lo que no tienes? El fondo del asunto es lo que ha logrado que las consultas de los psicólogos estén a reventar aunque los usuarios no sean creyentes.

Quererse a uno mismo significa tener en cuenta nuestras necesidades (no hablamos de caprichos) y respetarnos, aceptarnos por ser quienes somos, sin emular a terceros. Significa dejar de juzgarnos y de criticarnos desterrando al fiscal implacable que llevamos dentro. Dejar de compararnos con los demás, dejar de exigirnos ser diferentes de quiénes somos, con nuestras carencias y grandezas. En definitiva, amarse es ser humilde, aceptarse con todas nuestras capacidades y también con todas nuestras limitaciones. Y atrevernos a ser quienes somos despojándonos de las máscaras que nos hemos colocado para agradar a los demás y mendigar con inmadurez su amor.

Cuando aprendemos a apreciarnos, es cuando somos capaces de ser la mejor posibilidad de uno mismo... y ofrecerla al desarrollo de los demás. Desde aquí, elegimos para relacionarnos personas que también se aman y establecemos relaciones saludables que nos permiten ser lo que somos y crecer y madurar de acuerdo con nuestro propio proceso, caminando a nuestro ritmo en medio de otras actitudes que las que también debemos aprender. En definitiva, cuando aprendemos a amarnos, perdemos el miedo a perder, y entonces comienza de verdad nuestro crecimiento como personas autónomas. Esto es puro evangelio.

Es imposible ofrecer a los demás lo que a nosotros nos falta. Por eso quererse uno mismo es el primer paso para hacerlo con los demás descubriendo el potencial que tenemos a todos los niveles: afectivo, espiritual, racional… Quererse a uno mismo también significa ser honestos con nosotros y con los demás, comprometiéndonos con la vida y el bienestar (nada que ver con el egoísmo consumista) propio y ajeno.

Uno de los signo de las personas emocionalmente inteligentes es que no buscan la perfección sino la mejora continua
. Saben que nadie es perfecto, que la perfección es una ilusión que lleva a tener expectativas demasiado distorsionadas respecto de la realidad. No persiguen hacerlo todo bien a la primera. Saben que la vida es un proceso de aprendizaje y que errar es humano. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso, es una mejor traducción que la tradicional de “Sed perfectos...”, entre otras cosas porque es imposible lograrlo al ser seres limitados e imperfectos.

No se me ocurre mejor propósito para 2018 que madurar emocionalmente, porque amar significa madurez, y madurez implica quererse sanamente porque Dios nos quiere humildes, no inmaduros. ¡Feliz propósito!
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