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Jesús vivió una época marcada por dos grandes realidades: la omnipresencia de la ley judía en la práctica diaria de un pueblo que esperaba impaciente la llegada del Mesías que les liberara de los invasores, y la omnipresencia de los romanos como fuerza de ocupación. Hay que recordar también que la Alianza era lo que cimentaba todo lo demás, pero tras el exilio pasó a un segundo plano en beneficio del reforzamiento de la Ley, de la pureza y los ritos quedando lo esencial marginado.

A pesar de tan estrecha realidad, el evangelista Marcos nos presenta una novedosa condición de discípulo (es decir, de enviado) que simboliza a los destinatarios de la Buena Noticia de entonces y de todo tiempo y lugar. En sus páginas, señala la manera en que Jesús va desmontando a los apóstoles las ideas preconcebidas que tenían de Dios y del Mesías prometido desde muchos siglos atrás, para que conozcan el verdadero mensaje y misión divinas. Pero ellos son refractarios a la luz del Maestro. Por eso, la piedra angular del evangelio de Marcos es la curación del ciego de Betsaida -un excluido por su enfermedad- que se refuerza con otra curación no menos milagrosa: la del militar romano que además de extranjero era invasor, por tanto doblemente odiado y excluido. Sin embargo, él fue quien exclamó esta maravillosa manifestación de fe: "Verdaderamente este hombre era hijo de Dios".

Jesús está con el que sufre y en contra de los que hacen sufrir, sin exclusiones de ningún tipo. No aprueba que los romanos ni los publicanos judíos opriman al pueblo. Ni tampoco que los jefes político-religiosos judíos impusiesen aquellas cargas tan pesadas y lo hiciesen con tanta hipocresía. Jesús escucha los clamores de los marginados por cualquier causa, incluso cuando la religión verdadera tan formalista y excluyente está repleta de usos socio-culturales injustos. Pero Él amplia el concepto “prójimo” abriendo un nuevo camino para todos, sin excepción, aunque le cueste la vida. Las excepciones son cosa nuestra.

Ese estilo profético de Jesús chocaba con un judaísmo que tenía asumido que el prójimo se circunscribía al grupo de los israelitas, aunque tampoco todos. (Lo recuerda Mateo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”, sin contar a los israelita impuros por mil razones ajenas a su voluntad. Para Jesús, en cambio, el amor se impone derribando todas las barreras. Es el comienzo de la religión del amor y de la imagen verdadera de Dios. El amor divino le lleva a Jesús a actuar de audacia en audacia.

Empezaba a nacer el cristianismo no como una ideología sino como una relación.

Como afirma Martin Luther King en su precioso libro “La fuerza de amar”, en la parábola del buen samaritano Jesús define al prójimo no como una fórmula teológica, sino como una situación vital (…) haciendo de la preocupación por los demás la primera ley de su vida. Y José Antonio Pagola resumen en cinco actitudes constantes la postura de Jesús como ejemplo para nosotros:
1 – Jesús no habla nunca de Dios sin hablar del Reino aquí, de humanizar la vida a nuestros prójimos. Buscar el Reino y su justicia porque Dios está en el hermano.
2 – Jesús asocia a Dios no tanto con el culto como con la vida de la gente. Veía un paralítico, y lo primero era la vida, dejaba las ofrendas, la liturgia. El sábado era para el hombre.
3 – Jesús no se fija tanto en el pecado como en que genera sufrimiento. Le preocupaba el pecado bastante más que a nuestra Iglesia de hoy, pero el pecado que más ofende es introducir sufrimiento injusto en el mundo o la indiferencia ante el dolor humano, sobre todo la evitable. Jesús no persigue.
4 – Jesús vive a Dios como compasión. Sed compasivos como vuestro Padre. Sin compasión, ni somos humanos ni nos parecemos a Dios.
5 – En su movimiento no existía dominación masculina. Simbolizar el Reino requiere que no haya dominio masculino sobre la mujer.

Cinco claves para que los seguidores nos centremos en hacer un mundo mejor, en evitar el sufrimiento y hacer de la liturgia y el culto unos medios de expresión de una vivencia real (nunca un fin). Con estos mimbres y la ayuda del Espíritu en escucha activa, nuestra conducta bien haría estallar el corazón de alegría.
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