Una frase

Estoy leyendo despacio el estupendo libro Las preguntas escuetas del Evangelio, de Ermes Ronchi, el religioso elegido por el Papa para dar los ejercicios espirituales a él y a la Curia romana. Un libro lleno de delicadeza que transmite como pocos textos el amor que Dios nos tiene. Entre sus preciosas reflexiones, elijo una en forma de frase que me parece muy sencilla pero de una hondura extraordinaria, para compartir en esta mañana de sábado: “Únicamente entre las mujeres no tuvo enemigos Jesús”.

Ellas fueron una parte de la sociedad especialmente maltratada y ninguneada, y a la vista está que tampoco hoy la situación de la mujer es precisamente digna en la mayor parte de lugares del mundo, aunque se haya avanzado muchísimo en la igualdad de derechos básicos humanos. Todavía entre nosotros existen desigualdades flagrantes e inexplicables, como el hecho de que muchas mujeres ganen menos salario que los hombres por el mero hecho de ser mujeres.

Jesús desde el principio, les trata siempre con la máxima consideración, rompe las barreras físicas y religiosas establecidas con un rigor imposible de infringir por lo escandaloso que resultaba tanto desde el contexto social como el religioso, que entonces lo impregnaba todo.

Si nos situamos en aquél tiempo, la discriminación radical oficial de la mujer por serlo, estaba absolutamente justificada desde cualquier punto de vista. Las estructuras cerradas y patriarcales impedían una relación con ellas como seres humanos en igualdad. Jesús no sólo se rodea de mujeres, sino que interactúa con ellas de una forma absolutamente original (escandalosa) hasta el punto que ni su propia familia le entiende, y van a buscarle, como a quien ha perdido un poco el juicio causando problemas con su actitud y degradando la buena fama del clan familiar en aquél Nazaret y alrededores. Tuvieron que esperar a la Resurrección para entenderlo todo desde la experiencia de fe.

Lo inaudito es que Jesús se fijaba mucho más en el sufrimiento injusto que en el pecado. Y las mujeres le seguían y desde su inferioridad no querida, le entendieron mucho mejor que los varones. Lo cierto es que el apunte de Ronchi destacando que Jesús se entendió y fue entendido mucho mejor entre las mujeres que entre los hombres, los que lo sabían todo y todo lo controlaban “por voluntad de Dios”, es muy importante también para nuestras comunidades cristianas. El Papa tiene otra frase obvia pero con enorme calado en sus labios: la Iglesia es femenina. Dolores Aleixandre se pregunta, a partir de que reconocemos que todos somos hermanos y hermanas, por qué tenemos tanto miedo al sueño circular y fraterno de Jesús.

Ellas no le abandonan en el Calvario, tuvieron el privilegio de anunciar la Resurrección. Ellas fueron las más fieles y hasta el final desde la experiencia de un Jesús profundamente inclusivo. En los cuatro relatos de la Resurrección queda claro que son ellas los testigos privilegiados, destacando la presencia de María Magdalena.

Jesús rompió con todos los moldes y tabúes de una sociedad en la que los varones rezaban así por las mañanas: "Te doy gracias, Señor, por no haberme hecho mujer". Nadie le atribuyó al Maestro algo que pudiera resultar lesivo, marginador ni discriminatorio contra las mujeres. Nunca se refiere a ellas como algo malo ni como personas inferiores. Tampoco aparece en los evangelios nada que les previniese a sus discípulos de la tentación sexual que podría suponerles una mujer. ellas las trata por igual y con total naturalidad, con la misma dignidad y categoría que el hombre, la defiende cuando es injustamente tratada y no duda en mantener el trato cercano con muchas de ellas.

Como afirma el biblista Xabier Pikaza, Jesús no quiso sacralizar la sociedad patriarcal de su época y puso en marcha un movimiento de varones y mujeres en contra de los rabinos de su época, que no admitían a las mujeres en sus escuelas. Ayer y hoy, Crsito las respeta y las valora. Nos queda un largo camino de humildad por recorrer.
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