Por un mundo mejor

Podía ser este un titular irónico que roza el sarcasmo ante las noticias tan preocupantes que recibimos a diario. Mejor parece titularlo “El globo en llamas”, pero me resisto a ver la botella medio vacía. Sería mutilar la realidad si obviamos la cantidad de sucesos constructivos que humanizan de verdad cada hora y cada día. Desconozco la razón por la que damos tan poco valor a lo positivo de la existencia, como si ello no contase apenas en nuestro ánimo. Con mayor motivo aún si somos seguidores de Jesús en torno, nada menos, que de ¡su Buena Noticia! para todos y todas.

Todavía no soy tan ingenuo para obviar que la botella medio llena significa que está medio vacía. El dicho popular afirma que las comparaciones son odiosas, pero suelo añadir que son necesarias, si queremos entender nuestra posición vital real. Desde luego que, a nivel social y económico, estamos colectivamente en el cogollo de quienes disfrutan del mayor bienestar del planeta. A nivel personal y comunitario, seguro que bajamos muchos puntos, pero no tantos como para que lo bueno de la existencia en forma de solidaridad institucional (vía impuestos), solidaridad personal (vía organizaciones sin ánimo de lucro; religiosas y laicas) y solidaridad familiar y de amistad, no lo tengamos muy presente. Falla el cansancio desesperanzado junto a la forma de mirar y valorar…

Sería terrible que tuviésemos que esperar a perder lo bueno que tenemos -incluida la fe en Dios- para valorarlo. Nuestro sentir colectivo es el de una época que ha perdido la fe y la confianza en sí misma por los resultados del “vale todo”. El desconcierto está servido. Los jóvenes son un colectivo especialmente castigado por el modelo heredado que no conduce a la emancipación y a la realización de las expectativas de muchos de ellos, viendo el progreso en entredicho. Sienten en sus carnes que la cultura superficial de dogmas en forma de anti dogmas no les deja ver el bosque.

¿Cómo impulsar de nuevo el desarrollo humanizado? ¿Cómo hablar del bien y del mal sin banalizar ambas realidades? El cambio solo puede producirse tras una toma de conciencia de lo que tenemos y lo que nos falta. Desde luego que información hay de sobra; foros, cada vez más. Quizá quienes buscamos una dirección más justa para todos, debemos analizar nuestra capacidad de influencia mirando el ejemplo que damos. Ahí tenemos al Papa Francisco, que un día sí y otro también marca tendencia con su actitud acogedora a contracorriente, como corresponde a un buen profeta: mensaje, audacia, ejemplo influencia. Él da menos miedo que Putin e influye mejor. De poco valen ahora las teorías y los dogmas porque son tiempos, más que nunca, de predicar con el ejemplo.

¿Cómo nos cultivamos como creyentes en Dios-Amor en tiempos de zozobra? Platón ya recordaba que la verdad se busca en comunidad. El ser humano es un sujeto social que mejora mucho cuando teje relaciones solidarias. No es suficiente el discurso moral. La realidad nos apremia a recuperar la sensibilidad en nuestras actitudes con nosotros, con los demás y con Dios, con quien nos relacionamos mucho menos de lo que deberíamos. El Evangelio nos muestra la importancia de dedicar espacios a la espiritualidad trascendente, a fortalecernos en el amor.  Si confiamos solamente en nuestras propias fuerzas, el desánimo está servido,

Hemos avanzado en que la inteligencia es solamente racional. La inteligencia emocional ha sido acogida como se merece mientras queda pendiente el impulso de la inteligencia espiritual o existencial, la que nos conecta con lo mejor del ser humano: aquí entra el amor verdadero, la sensibilidad artística, la experiencia religiosa. En cuanto sacamos del armario la espiritualidad dormida, vemos que la ciencia y la tecnología no tienen acceso a toda la realidad. No sirven para aprehender ni valorar realidades tan esenciales como la esperanza, el valor de la gratuidad, la fidelidad, el amor, la compasión o la solidaridad. Las ciencias empíricas no pueden resolver el misterio de la felicidad y el sufrimiento; no es su papel.

Hemos crecido últimamente mucho en conocimientos pero menos en sabiduría. La consecuencia es obvia: Nos recuerda el suplicio de Tántalo ante el progreso codicioso que nos aboca a sufrir hambre y sed en medio de la abundancia... Pongamos de nuestra parte, para hacer un mundo mejor cada día, al menos a nuestro alrededor. No es poco, teniendo en cuenta que ese Dios Amor sale a nuestro encuentro cada día.

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