Liturgia de la UBL Una vida apasionada (Mc 14,1-15,47)

Comentario al evangelio del Domingo de Ramos 2021

Domingo de Ramos
Domingo de Ramos

La Semana Santa del año pasado fue atípica. Los meses de confinamiento que vivimos nos recordaron el valor de la vida en un contexto de muerte. En medio de la crisis sanitaria, las "seguridades" brindadas por nuestro mundo consumista se vinieron abajo, se desmoronaron y, así, nos percatamos de nuestra vulnerabilidad física y emocional: "[...] se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar" [1]. Muchas personas aprendimos que la vida es invaluable, pero a la vez es efímera, precisamente por eso debería ser vivida con "pasión", como la vivió Jesús.

Este año, a pesar del riesgo de contagio aun latente, la celebración de la Pascua podría ser distinta. No me refiero solamente a que los templos estén abiertos siguiendo protocolos y guardando distancias, aunque esa "presencialidad" sea insustituible en razón del afecto físico, los espacios y los tiempos. No obstante, pienso que la experiencia del año anterior, donde nuestros hogares se convirtieron en "iglesias domésticas", debería habernos hecho caer en la cuenta de que el "crucificado resucitado" está previamente presente en nuestra vida siempre y no solo en nuestras liturgias. Si logramos asumir esto, podemos comprender que nuestra cotidianidad es "liturgia" (de laos y ergon: "acción del pueblo"). Dicho de otro modo, una existencia vivida plenamente es el mejor culto y la mejor "acción de gracias". Justamente, es de esta vida en plenitud de la que nos habla el evangelio del domingo de Ramos: una vida apasionada.

El relato de la pasión de Jesús es la base narrativa sobre la que se construyó el género "evangelio" [2]. En el recuerdo de los primeros cristianos/as, la muerte ignominiosa de Jesús generó una crisis profunda. Las palabras de los "discípulos de Emaús" reflejan muy bien este choque emocional aun presente cuando un "desconocido" les preguntó sobre los recientes acontecimientos en Jerusalén: "[...] Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas" (Lc 24,19-21). ¿Cómo comprender este final aparente? Fue necesario un proceso de duelo para asimilar lo ocurrido y para darle un nuevo sentido al emergente movimiento del nazareno. Los evangelios son, de alguna manera, una respuesta a esta necesidad porque la narración de la vida pública del galileo fue pensada, de alguna manera, como una larga introducción al clímax del relato: los textos de la "Pasión". En ellos encontramos un camino para superar la aflicción mediante la cercanía y el acompañamiento a un Jesús abandonado por sus discípulos. En cada paso, los primeros cristianos/as se sentían parte de la historia y "tomaban su cruz" para asumir la difícil tarea de sobrevivir en un imperio que les fue hostil en muchos momentos.

Las primeras generaciones cristianas fortalecieron su fe a la hora de oír los relatos de la vida y muerte de Jesús, sintiéndose parte de ellos. Eran narraciones performativas porque transformaban a quienes las escuchaban. Desde este punto de vista, volver a leer la "Pasión según Marcos" nos invita a comprender la muerte del nazareno como la consecuencia de su vida. No se trata de un "sacrificio" en el sentido de una exigencia divina de sangre, sino de un sacrificio de quien imita a Dios dando lo mejor de sí. Pablo y sus comunidades comprendieron que, en la cruz, Jesús manifestó cómo era Dios: un don gratuito para todos/as. Su muerte fue el resultado de una vida entregada siempre, de una vida en donación, de una vida llena de pasión que tuvo como consecuencia el asesinato procurado por quienes sostenían las estructuras alienantes que él cuestionó. Su vida fue identificación con los excluidos y su muerte no fue distinta: "Si un día lo ejecutan en el suplicio de la cruz, reservado para esclavos, morirá también él como un despreciable esclavo, pero su muerte sellará para siempre su fidelidad al Dios defensor de las víctimas" [3].

Lo he escrito en otros momentos y no me canso de repetirlo: decir que Jesús "murió por nosotros/as" no quiere decir que fue "por culpa de nosotros/as" sino "en favor de nosotros". La muerte de Jesús debe comprenderse a la luz de su vida, una vida-para, una vida llena de pasión por los/as demás. La apariencia de un crucificado, nada agradable de entrada, es el reflejo del Dios que el galileo predicó. Por esta razón, es el centurión, un extranjero, quien logra responder la constante pregunta en el evangelio de Marcos sobre la identidad de Jesús [4]: quien murió en la cruz es "hijo de Dios" porque su humanidad fue tan plena que se identificó con todos/as, con los excluidos/as, con los crucificados/as de todos los tiempos.

Nuestra Semana Santa comienza este domingo y la liturgia nos invita a entender la identidad de Jesús en función de la cruz. Se le reconoce "hijo de Dios" en el silencio de su muerte y no en el poder impositivo (Mc 15,39), porque Dios actúa en lo oculto de la historia. Se trata de la cotidianidad "apasionada" de aquellos/as que dan su vida todos los días. De alguna manera, esa donación frente a la injusticia se ejemplificó el día 24 de marzo de 1980. Ese día el arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero, fue asesinado por defender con valentía y confianza a los/as más vulnerables. Se trató, entonces, de una existencia apasionada y ofrecida por todos/as, particularmente por el pueblo crucificado:

"Cuando en estas jornadas de Semana Santa lo miremos humillado bajo el peso de la cruz, no lo olvidemos, digamos desde el fondo nuestra fe: aunque se parece a mí, que va sufriendo, es el Señor, y aunque yo me parezco a Él llevando la cruz, participaré de su gloria; Él no ha pasado sólo el túnel doloroso de la tortura y de la muerte, con Él va pasando todo un pueblo y resucitaremos con Él" [5].

Referencias

[1] Papa Francisco, "Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia" (27 de marzo de 2020), consultado en línea el 23 de marzo de 2021: Momento extraordinario de oración presidido por el Santo Padre (27 de marzo de 2020) | Francisco (vatican.va)

[2] Brown, R. E., La muerte del mesías, tomo I, Estella: Verbo Divino, 2005, p. 41.

[3] Pagola, J. A., El camino abierto por Jesús. Marcos, Bilbao: Desclée de Brouwer, 2011, p. 247.

[4] Sicre, J. L., El evangelio de Marcos, Estella: Verbo Divino, 2020, p. 454.

[5] Romero, O. A., "Homilía del domingo de Ramos" (19 de marzo de 1978), consultado en línea el 23 de marzo de 2021: Homilía Domingo de Ramos Ciclo A (19 de marzo de 1978) - Liturgia y más... (cristomania.org)

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