Juan Pablo beato

Si algún record será difícil superar es el de la popularidad del Papa Juan Pablo II. Primer sucesor de Pedro no italiano después de varios siglos. Ser nativo de Polonia, la católica y a la vez subyugada por la dictadura comunista. Viajero infatigable, recorrió casi todo el mundo, llevando un mensaje de fraternidad y amor. Conectaba fácilmente con jóvenes y adultos, con creyentes y ateos, con representantes de todo tipo de pensamiento o religión. No le huyó nunca a las situaciones difíciles, más bien las buscó, con el afán de abrir puertas a la convivencia y respeto por los derechos humanos fundamentales.

Su largo pontificado ayudó a proyectar más su imagen. Detrás de todo el boato exterior, estaba la figura de un hombre sereno, sin ínfulas de nada, sencillo, atento a escuchar. Sus últimos años, su deteriorada salud no le impidió estar de pie, como los árboles, hasta el último aliento. No le importaba que lo vieran achacoso, débil, casi sin poder hablar. Pero, siempre presente.

El testimonio de su vida fue de tal calibre que, apenas muerto, mucha gente pedía que fuera elevado a los altares de inmediato. Su sucesor y amigo, prefirió no saltarse las normas. Que pasara como todos por las exigencias del proceso de beatificación, que ahora, seis años después, llega a su fin. El primero de mayo, día del trabajo y de San José, Benedicto XVI lo declarará beato.

Va a ser difícil cumplir con la norma que establece que a los beatos no se les puede dar culto universal. Pero, ¿a quién pertenece Juan Pablo? A Polonia, al Vaticano, a Italia, a los católicos. ¡No! Es, un auténtico ciudadano del mundo. Jocosamente se decía que Juan Pablo se diferenciaba de Dios, en que éste está en todas partes, mientras que Juan Pablo ya estuvo.

Por eso, hay alegría generalizada. No faltan los detractores, pero son legión los que perciben que en su legado están las ansias de la humanidad. Hambre y sed de justicia y amor, de trascendencia y de bien, de belleza y calidez. También en Venezuela lo sentimos, muy pero muy cercano. Dos veces estuvo entre nosotros, y también nos pertenece. Actos religiosos, vigilias de oración, jornadas de reflexión y una oración de acción de gracias al Señor y la Virgen el próximo 1 de mayo.

Mérida lo tiene como su visitante más ilustre. Los monumentos que hay en la ciudad y las obras que llevan su nombre sobrepasan lo pensable. El rincón universitario de La Hechicera, donde estuvo el 28 de enero de 1985, conmemora todos los años su visita y se prepara con todas sus galas para celebrar su elevación a los altares. Una estatua en tamaño natural bajo una original técnica de trabajo con papel, obra del artista Manuel Arjona Leonardi presidirá las celebraciones. Y sigue en pie un proyecto multidisciplinar ambicioso de carácter ecuménico, académico, ecológico y turístico en el que están involucrados la Universidad de los Andes, la Academia de Mérida, empresarios, profesionales y la Iglesia.

La virtud brilla con el fulgor de la trasparencia, la fraternidad y el pluralismo. La santidad de Juan Pablo nos irradia y cautiva para ser constructores de paz y alegría. Por eso, nos encomendamos a la sombra protectora y fértil del Papa amigo.

Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo, arzobispo de Mérida (Venezuela)
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