Como el centinela la aurora

El corazón del hombre no cesa de esperar la aurora, apreciando el valor positivo de la vida y suscitando el deseo de gastarla al servicio del bien. Son muchas las preocupaciones que pesan sobre la juventud: cómo afrontar la dura realidad, la dificultad de formar una familia, de encontrar un puesto de trabajo, de contribuir a la edificación de una sociedad con rostro más humano y solidario, transformando el mundo de la política, la cultura y la economía.
Todos estamos llamados a vigilar con responsabilidad para que se respete y valore la dignidad de cada persona, para que cada joven pueda descubrir la propia vocación, exigiendo a los responsables políticos que ayuden a las familias y a las instituciones educativas a ejercer su derecho y deber de educar.
El rostro humano de la sociedad depende mucho de la contribución a mantener viva la educación en la verdad y en la libertad, superando todo horizonte de relativismo y exclusivismo, en el que no sean los criterios de utilidad, de beneficio, de tener, de odios y exclusiones, los que guíen los mensajes que se dirigen a los jóvenes.
Buena falta nos hace releer el mensaje de la paz del Papa. Venezuela será lo que nosotros, los adultos, seamos capaces de trasmitir a los jóvenes, y el coraje de exigir a sus dirigentes a que no se construye la paz con odios, violencias, incitaciones a la guerra, dejando de lado el diálogo y promoviendo la eliminación del que no piensa como nosotros.
La paz no es un bien ya logrado sino una meta a la que todos debemos aspirar. Unamos nuestras fuerzas espirituales, morales y materiales para educar a los jóvenes en la justicia y la paz.
Así, como el centinela la aurora, estaremos en capacidad de desearnos un nuevo año de paz y solidaridad. Que así sea.
Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo