"En la coronación de Nuestra Señora de la Consolación"

La memoria de este acontecimiento, hoy, se reviste de las mismas galas de aquel momento: la multitud de fieles que acompañó aquel acontecimiento se ve reflejada en la inmensa cantidad de creyentes que hoy y todos estos días han participado en los actos conmemorativos. Hoy, de manera particular, elevamos nuestro cántico agradecido al Dios Uno y Trino por permitirnos celebrar este nuevo aniversario y por la gracia que nos ha dado al permitirnos tener a María, de la Consolación, como madre amorosa e intercesora ante Él. Por eso, podemos exclamar con fe “¡BENDITO SEA DIOS, AHORA Y POR SIEMPRE!”.
De igual modo, podemos proclamar como lo hizo Isabel ante su prima:“¡BENDITA TU ENTRE LAS MUJERES… BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE!” Como bien lo dice la Liturgia, María es el “orgullo de nuestro pueblo”: en ella encontramos la predilección de Dios por los humildes y abiertos de corazón. Con ella, continuamos cantando las maravillas inmensas realizadas por Dios, cuya misericordia se manifiesta de generación en generación; en María volvemos a comprobar que el Señor ha desplazado a los soberbios y ha dejado sin nada a los poderosos, para fijarse en la humildad de sus hijos y hacer que los pobres sean saciados
Coincide esta conmemoración con nuestro caminar cuaresmal. El Evangelio de este domingo nos habla del evento profético de la Transfiguración. Jesús, delante de tres de sus discípulos, se llena del resplandor de la gloria de Dios Padre y se deja ver hablando con Moisés y Elías. Desde lo alto se escucha la voz del Padre Dios: “¡ESTE ES MI HIIJO MUY AMADO, EN QUIEN TENGO PUESTAS TODAS MIS COMPLACENCIAS, ESCÚCHENLO!”.La Transfiguración es una forma profética de dar a conocer la gloria del Hijo. Moisés había tenido una experiencia similar en la zarza ardiente y cuando recibió las tablas de la Ley. Su rostro hubo de ocultarse detrás de un velo, porque sólo era para Él ese privilegio de haber visto a Dios. Elías lo siente no en las expresiones estrepitosas de la naturaleza, sino en la brisa suave que le acaricia en un momento de descanso. En Jesús se da una nueva Teofanía (Teofanía significa manifestación – revelación de Dios). Y con ella, en el fondo se anuncia lo que será su manifestación gloriosa luego de la Resurrección. Sin embargo, también está corroborando todo lo que los discípulos y otras gentes van descubriendo a través de sus gestos, acciones y enseñanzas, con lo cual surge la interrogante “¿Quién ES ESTE QUE ACTUA Y HABLA CON TAL AUTORIDAD?”
Como aquellos discípulos al acompañar a Jesús, como lo cantan los profetas, también hoy nosotros venimos al monte del Señor para encontrarnos con Él y así poder glorificarlo. Esta Basílica-Santuario –como suele suceder cotidianamente con tantos creyentes- hoy reúne a miles de peregrinos venidos de tantos lugares. Son caminantes que han atravesado valles, montañas, pueblos, aldeas, urbanizaciones. Caminantes al estilo del Evangelio: sin equipaje, sino con lo necesario: su fe, su esperanza y su caridad. Acuden para volver a tener la experiencia de Moisés, Elías, Cristo y sus discípulos. Hoy se repite el hecho prodigioso de la Transfiguración de Cristo en medio de nosotros: Con la Palabra y la Eucaristía comprobamos la gloria del Señor; con María, coronada de gloria y al Hijo en sus brazos nos lo vuelve a presentar como lo supo hacer ante lo pastores y los reyes magos, y como también lo hizo en las bodas de Caná, cuando dijo“¡HAGAN LO QUE EL LES VA A DECIR!” Para culminar esta experiencia de fe eclesial, volvemos a escuchar la voz del Padre que a través de su Palabra, de la Liturgia y del ejemplo de María nos dice: “¡ESTE ES MI HIJO, MUY AMADO, EN QUIEN TENGO PUESTAS TODAS MIS COMPLACENCIAS. ESCUCHENLO!”
Es una oportunidad muy bella: la memoria agradecida por la coronación de María nos permite reafirmar nuestra fe y nuestra comunión con el Señor Jesús. Hoy en este monte santo de la Basílica- Santuario de Táriba revivimos el acontecimiento de la Transfiguración: María del Táchira, nuestra Madre del cielo y estrella de la evangelización en nuestra región tachirense, aparece como el instrumento para re-conocer a Jesús, para re-escuchar la voz del Padre y para reafirmar que somos testigos del Resucitado.
Así es: Desde sus brazos maternales surge la figura del Dios humanado, quien vino a la tierra para cumplir la voluntad del Padre. Desde los orígenes del cristianismo, María ha sido la gran evangelizadora pues nos ha dado a conocer de mil y tantas maneras la Persona de su Hijo, el Dios redentor, liberador de la humanidad. Desde hace siglos, María se hizo miembro de nuestro pueblo tachirense: ha caminado con nosotros y ha sabido ser intercesora ante su Hijo para hablarle de nuestras esperanzas y alegrías, de nuestras dificultades y angustias.
Lo ha sido también para conseguirnos gracias infinitas que corroboran nuestra vida eclesial. Ella nos ha enseñado que debemos hacer lo que su Hijo nos dice. Sencillamente, es una página viva del Evangelio de Jesús. Con su intercesión hemos conseguido crecer como una Iglesia viva que se renueva en “espíritu y verdad”; donde surgen numerosas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, donde se fortalecen las familias en el Táchira. Con ella, hemos podido experimentar –y esperamos seguir haciéndolo- la palabra del Crucificado: “¡MUJER HE AHÍ A TU HIJO, HIJO HE AHÍ A TU MADRE!” María del Táchira ha sido la gran maestra que nos ha ayudado a conocer más a Jesús.
Así es. Esta efemérides y conmemoración nos permite re-escuchar la voz de Dios Padre. Con Jesús podemos ver al Padre, Creador y Salvador. En Jesús re-descubrimos hoy nuevamente cómo nos ha hecho sus hijos para participar de su naturaleza divina y acceder a la plenitud. Mejor todavía, en Jesús se nos da a conocer el designio salvífico del Padre y cómo su voluntad de salvación es realizada con su entrega pascual. María nos presenta a Jesús y el Padre Dios hoy repite lo dicho en el monte de la Transfiguración.“¡ESTE ES MI HIJO, MUY AMADO, EN QUIEN TENGO PUESTAS TODAS MIS COMPLACENCIAS, ESCÚCHENLO!” Jesús es el Hijo muy amado del Padre Dios. Lo ha elegido y lo ha enviado para darnos la salvación, por eso en Él tiene puestas todas sus complacencias. El es la Palabra que se encarnó y hay que recibirlo.
Escucharlo no es simplemente oírlo y conocer sus acciones. Es algo más: optar por seguirlo y convertirse en sus discípulos. Ese imperativo que aparece reflejado en la voz del Padre implica todo esto: optar por Él, seguirlo, identificarse con Él, ser su discípulo y actuar en su nombre. Con María del Táchira hoy podemos reafirmar nuestro seguimiento a Jesús y cómo de verdad estamos escuchando la voz del Padre.
Así es. Al hacer lo que Jesús nos dice (traducción mariana del “ESCUCHENLO”) y optar por ser sus discípulos para cumplir con el imperativo puesto por Dios Padre, adquirimos el compromiso de ser testigos del Resucitado: De ese Señor que profetizó su resurrección al cubrirse del resplandor de la gloria en el monte de la Transfiguración; de ese Maestro que nos reveló el designio amoroso del Padre; de ese Pastor bueno que dio la vida por sus ovejas; de ese “Hombre Nuevo” que nos dio la capacidad de ser hijos de Papá Dios. El encuentro con el Señor no es para vivirlo en la soledad del individualismo, sino para compartirlo en la alegría del testimonio. Testimonio expresado en nuestras palabras y catequesis; pero, sobre todo, al hacer lo que el Señor nos dice: “EN ESTO CONOCERAN QUE SON MIS DISCIPULOS, EN QUE SE AMAN LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO LOS HE AMADO”. Ser testigos del Resucitado conlleva, al actuar en su nombre, hacer realidad la fuerza de su amor en la solidaridad, en la fraternidad, en la reconciliación, en el compartir, en el perdonar.
Hoy, al conmemorar, con ánimo agradecido a Dios Uno y Trino, estos cincuenta años de la Coronación Canónica manifestamos que lo hacemos como el pueblo de Dios que camina hacia la plenitud. Hoy atravesamos cañadas oscuras y transitamos caminos llenos de barrancos. Pero tenemos la confianza de ser acompañados por el Pastor Bueno quien, con su vara y cayado, nos va guiando con la ayuda de la Iglesia y sus ministros. El Buen Pastor se hace acompañar de la Madre que nos ha dejado para custodiarnos, protegernos y mimarnos.
Acudimos a este monte santo de la Basílica-Santuario con lo que somos y tenemos para ofrendarle al Señor por medio de María nuestro compromiso de construir la paz, de ser misericordiosos, mansos y humildes, limpios de corazón y pobres de espíritu… Traemos nuestras esperanzas como pueblo de Dios que camina por los valles y montes andinos: la esperanza de ser mejores creyentes y discípulos de Jesús para edificar en nuestra región el Reino de Dios, que lo es de justicia, paz y amor. Cargamos con nuestras angustias y dificultades: los dolores de nuestra gente, los sufrimientos de quienes están agobiados por la crisis que nos golpea en el país, la indefensión y el sentimiento de abandono de quienes debían estar fortaleciendo la dignidad de cada uno de nosotros… Pero sabemos que en este monte de Transfiguración, hoy, al entonar el cántico de alegría de María sentimos cómo la misericordia del Señor se ha vuelto a manifestar en nosotros; y eso nos entusiasma y nos permite ver el horizonte del Reino y escuchar la voz de Dios, con la misma actitud de María: “¡HAGASE EN MI SEGÚN TU VOLUNTAD!”
Hace cincuenta años, al terminar su homilía, el Cardenal JOSE HUMBERTO QUINTERO dirigió una sentida plegaria a la Virgen de la Consolación. Sabiendo que cuento con su licencia hoy quiero hacer una paráfrasis de la misma para dirigirla, en nombre de todos nosotros a María del Táchira, nuestra Señora de la Consolación.
MARIA, REINA DE LA CONSOLACION, necesitamos vigorizar siempre más nuestra fe y nuestra adhesión a tu Divino Hijo. Necesitamos que en nuestras familias, en nuestras comunidades e instituciones y en cada uno de nosotros se enraícen los principios y valores del Evangelio con los cuales demos fuerza a la moral cristiana que nos ha de distinguir. Necesitamos un ambiente de sana convivencia, sosiego y paz para todos nuestros trabajos y así poder edificar el reino de Dios en medio de nosotros. Necesitamos la luz del Espíritu para poder enfrentar tantas ideologías malsanas o contrarias a la dignidad humana que debilitan la fe, resquebrajan la moral y dividen a los hermanos.
Necesitamos la fortaleza del Espíritu Santo para poder acabar definitivamente con la corrupción y sus malévolas manifestaciones: la deshonestidad de los funcionarios y de quienes dirigen la sociedad; la maldad de quienes se dedican al comercio de muerte con el narcotráfico, la violencia y el sicariato; la prepotencia de quienes abusan de la sencillez y buena conciencia de nuestro pueblo: pues prefieren la violencia, dedicarse al robo y al contrabando, menospreciar el valor central de la familia y de las personas; promover el aborto y el tráfico de personas... Te imploramos que alejes estos y otros tantos males que golpean a nuestro pueblo que quiere, de verdad, caminar hacia la plenitud. Cura con tus manos amorosas y llenas de ternura las mentes y corazones de quienes actúan de mala manera en contra de tus hijos y concédeles de Dios la gracia de la conversión. Toca el corazón de nuestros gobernantes, dirigentes políticos y sociales, de quienes tienen que ver con la vida de nuestras comunidades para que no se preocupen tanto por sus intereses particulares, sino por el bien común del pueblo.
MARIA DEL TACHIRA: necesitamos fortalecer la fe de nuestro pueblo y reafirmar nuestra vocación evangelizadora para anunciar de manera continua y decidida el Evangelio de tu Hijo. Por ello, necesitamos muchas y santas familias; por tu intercesión ante Dios, concédenos fortalecer las familias del Táchira para que sean siempre “Iglesias domésticas” donde se vive el amor de Dios. Continúa pidiéndole a Dios nos conceda muchas y santas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Asimismo, concédenos tener un laicado dispuesto a dar testimonio del Resucitado. Que nuestra Iglesia de San Cristóbal sea una Iglesia en salida, pobre para los pobres y con ánimo misionero. Protege a nuestros sacerdotes y ayúdales a ser pastores buenos y ejemplos vivientes de santidad.
MARIA DEL TACHIRA Y REINA DE LA CONSOLACION. Necesitamos que nuestra Iglesia manifieste su opción por los pobres y pequeños, capaz de acudir al encuentro de los alejados y de quienes no conocen a Cristo. Tú que tuviste la experiencia de conocer y dar a conocer a tu Hijo, Tú que eres maestra en eso de ser discípula de Jesús y testimonio del Espíritu, Tú que acompañaste a los apóstoles en Pentecostés concédenos desarrollar una viva conciencia de nuestra pertenencia a la Iglesia y así actuar con decidido ánimo evangelizador. Te pedimos por el Papa Francisco. Bien sabes que muchos lo atacan y hasta calumnian; pero bien sabes que somos mayoría quienes le amamos y nos unimos a él: protégelo, dale luz, sabiduría y salud para que siga siendo, por muchos años, pastor alegre que contagia alegría, testigo sencillo que acoge a todos sin reservas y piedra de comunión como sucesor de Pedro. Te pedimos por nuestros Obispos y sacerdotes: que sean fieles a la llamada a servir y no a ser servidos. Por nuestros religiosos y religiosas para que sean atalaya defensora de la fe de nuestro pueblo. Por nuestros laicos para que sean luz del mundo y sal de la tierra.
MARIA, MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA: ¡Gracias por ser como eres! Modelo de vida, fiel discípula de Jesús, compañera de peregrinación. Gracias por acompañar a este pueblo tachirense desde siempre. Gracias por estar pendiente de cada uno de nosotros. Gracias por bendecir nuestras obras: la evangelización, el Seminario, la Universidad, el compromiso de nuestros laicos, el proyecto de pastoral, el celo apostólico de nuestros sacerdotes, la ilusión de nuestros seminaristas, la edificación del reino en el Táchira y desde aquí hasta los confines de la tierra. Gracias por mostrarnos a Jesús, por enseñarnos a hacer lo que su Palabra nos indica. Gracias Madre y Maestra. Eres el “orgullo de nuestro pueblo”: por eso, sabemos que en estos momentos difíciles no nos abandonas, sino que consigues, por tu intercesión, la fuerza para abrir puertas de transformación, la luz para vencer tantas oscuridades, la solidaridad para consolar a nuestro pueblo.
MARIA DEL AMOR MISERICORDIOSO: Sigue dándonos a conocer a tu Hijo, sigue siendo la caja de resonancia de la voz del Padre quien nos pide escuchar a Jesús, sigue siendo lo que has sido para todos nosotros: Madre del Táchira. Amén.
+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.