La puerta de la fe

Los cristianos de los primeros siglos estaban obligados a aprender de memoria el Credo. Les servía para su oración cotidiana, para no olvidar el compromiso asumido en el bautismo. Hoy día no hace falta estrictamente la memoria porque cualquier texto es accesible al momento, pero sí que es necesaria la familiaridad con estas oraciones que expresan la fe de la Iglesia.
Es cierto que la fe no es sólo una cuestión de conocimiento, sino que requiere de una actitud de la persona con respecto a Dios. A este propósito, el Papa recuerda el relato de los Hechos de los Apóstoles en que san Lucas explica que mientras san Pablo estaba en Filipos, fue un sábado a anunciar el Evangelio a algunas mujeres, y entre ellas se encontraba Lidia, a quien “el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo” (Hch 16,14).
Al leer este fragmento desde Tarragona no podemos evitar pensar en santa Tecla, otra oyente de las palabras del Apóstol, en este caso en Iconio, que reaccionó de la misma manera. También el corazón de la joven Tecla se abrió para recibir el mensaje de Salvación, como se puso de relieve, mediante testimonios muy antiguos, en la reciente celebración del Congreso Internacional sobre Santa Tecla en Tarragona.
El documento de Benedicto XVI muestra de modo muy bello las consecuencias de una vida de fe: “Por la fe, los apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro”, “por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los apóstoles”, “por la fe, los mártires entregaron su vida”, “por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo”, “por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida, han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús…”.
Porta Fidei termina recordando que la fe sin obras está muerta, que la caridad, el amor a los otros, la atención a los necesitados, es la prueba de la fe verdadera en Cristo. Aunque todavía falte tiempo para el inicio de este año de la fe, ya podemos meditar esta virtud de la mano de este escrito pontificio y preguntarnos personalmente como andamos de fe.