¿Mujer, sufragista, compositora, lesbiana y previsiblemente anglicana?

En los tiempos nuevos que vivimos, donde la corrección política impera entre la vida familiar y la política pasando por el arduo terreno de las redes sociales, resulta inevitable tratar hoy, 8 de marzo, el papel de la mujer en la cultura y, más concretamente, en la música.

Vivimos días de lucha de contrarios. Parece que además irreconciliables. Así, resulta curioso observar que la regla social dominante es “conmigo o contra mi”. Una escueta escala de blancos y negros, sin un mero trazo de grises. Pues sinceramente, no. No todo es blanco o negro (evidentemente). No hay un único camino por el que transitar.

Claro, la corrección política nos obliga a presenciar a diario esa lucha de contrarios, bajando y desgastando el nivel cultural que el beneficio de la duda, pensar por nosotros mismos, cuestionar nuestros ideales y, especialmente, cuestionar a quienes los inspiran, ayudaría a elevar. Pero no, parece -sencillamente- que la comodidad de seguir a pies juntillas las proclamas de unos y otros, contra otros y unos, es nuestro pan de cada día.

Bajo este prisma de contrarios, ser religioso o tener tendencias espirituales (las que sean) parece estar asociado, indisolublemente, a la derecha política y al conservadurismo más rancio, y totalmente alejadas, por consiguiente, de la izquierda, el progreso, el feminismo, la igualdad, el reparto equitativo de la riqueza y las oportunidades, etc. Si se tiene el valor y el estómago para darse un paseo por twitter, espacio que a mi modo de ver refleja ampliamente el caldo de cultivo social en el que nos movemos, puede llegar a creerse que no es posible ser simpatizante o militante de izquierdas y, a la vez ser católico (que existan plataformas que revindiquen ser católicos y de izquierdas es verdaderamente sintomático).

¿Mujer, sufragista, compositora, lesbiana y previsiblemente anglicana? Es el mejor ejemplo que se me ocurre traer hoy a colación. Por supuesto, hay un sinfín de interesantes mujeres que han dedicado su vida a la composición musical -junto a otras muchas cosas-. Estoy pensando en Hildegarda von Bingen, por ejemplo. No obstante, mi objetivo de hoy es revindicar la figura de Ethel Smyth, quizá menos conocida popularmente.

Smyth

Ethel Smyth nació un 23 de abril de 1858 en Londres y falleció en Woking en 1944 a los 86 años.

Tras años de lucha contra su padre, de formación militar, consiguió el permiso de este para viajar a Leipzig con el objetivo de estudiar composición con Heinrich von Herzogenberg, entre otros. Ello fue posible gracias al Alexander Ewing, amigo de la familia, que convenció al padre de Ethel del talento musical que podría desarrollar su hija si estudiara en condiciones.

Sin embargo, la vida de Smyth se debatió entre el estudio de la música de Berlioz, Wagner, Brahms y Bruckner junto al activismo político.

Así, en 1910 se unió a la Unión Social y Política de Mujeres, la conocida como Women’s Social and Political Union, una organización militante sufragista (compuso la obra March of the Women en apoyo a la causa) . Abandonó durante un largo periodo de tiempo la música para dedicarse a la causa. En su compromiso con lo social, llegó a ejercer como asistente de radiología durante la Primera Guerra Mundial. Fue durante este periodo cuando comenzó a tener problemas de audición que le acompañarían hasta el final de su vida.

La vida de Ethel Smyth, como podemos comprobar, no era precisamente la de una mujer acomodada dieciochesca sentada al piano interpretando música de cámara para los amigos de su marido. Y no lo fue, primero por su compromiso con la música y la reivindicación social, jugándose por ello la vida, si no porque su inclinación al sexo opuesto era más bien relativa, por no decir nula. Tanto es así que Talmin Wiston recoge en su glbtq: An Encyclopedia of Gay, Lesbian, Bisexual, Transgender, and Queer Culture “resulta más sencillo para mí amar con pasión a mi propio sexo que al tuyo”; palabras al parecer de Smyth hacia el que pudo ser el único amante masculino en su vida, H. Brewster. Entre la anécdota y la verdad, se cuenta también que cerca de los 71 años se enamoró de Virginia Woolf con la que mantuvo una interesante e íntima correspondencia.

Smyth, cuando el tiempo y el compromiso social se lo permitió, compuso mucha música, y gran parte de ella de una gran calidad. Un ejemplo de ello, que a ojos de la actualidad choca con lo que se ha establecido que debe ser una mujer comprometida, es su Misa en Re. Estrenada en 1893 (año, por cierto, en el que Gustav Mahler se encontraba finalizando su Sinfonía Nº2 Resurrección, para hacernos una idea más clara del ambiente musical en el que se movía Ethel Smyth) en el Royal Albert Hall de Londres y dedicada a su amiga y devota Pauline Trevelyan. Nos encontramos aquí ante una música inspirada, inspiradora y realmente conmovedora. Apreciamos en ella un claro dominio tanto de la orquesta como de la voz, desarrollado todo ello con un lenguaje personal claramente influenciado por su etapa de estudiante en Alemania, especialmente en cuanto al uso de la masa orquestal y al contrapunto se refiere. Un ejemplo de estas características lo encontramos en el Kyrie eleison que abre la partitura.

https://www.youtube.com/watch?v=vZUdyytF32c

El Kyrie eleison se inicia con un entramado oscuro con las voces masculinas apoyadas por chelos y contrabajos. Paulatinamente se van sucediendo el resto de voces culminando así una preciosa sección en la que se desarrolla una fuga que poco a poco va ascendiendo desde la oscuridad y el tenebrismo inicial hacia la luz, todo ello envuelto de una tensión constante.

No vamos a comentar cada una de las partes de la misa, pero requiere especial atención el Benedictus por el despliegue de dulzura y pasión que Smyth nos regala. En poco más de 5 minutos, la voz femenina, junto al coro, en el que predominan las intervenciones de sopranos y mezzosopranos, y la orquesta; pareciese que en cualquier momento durante el desarrollo de la obra todo lo etéreo que se genera mediante un uso casi camerístico de todos los elementos de la orquesta pudiera hacerse carne.

https://www.youtube.com/watch?v=wDPx-LAklOs

Por último, resulta muy interesante también el inicio del Agnus Dei, en el que Smyth retoma la melodía inicial presentada en el Kyrie.

Óperas, una misa, música de cámara, música para piano sólo, lieders, concierto para violín, trompa y orquesta, quintetos, The prision… Una importante producción musical para una mujer que vivió, en tiempos complejos, la vida que quiso vivir, sin tapujos y sin complejos, enfrentándose desde el terreno a todo lo que se intentaba interponer en su camino. Una mujer, en fin, libre de pensamiento y obra, alejada del camino que, de forma becerril, la sociedad empujaba a seguir.

Mando desde aquí una invitación a oír su misa completa, y por supuesto su música de cámara, de una belleza increíble. Pero también a revindicar su figura, a redescubrirla y a darle la importancia que merece a esta compositora y luchadora que, en vida, se alzó con el honor de ser Doctora Honoris Causa por la Universidad de Oxford y por la Universidad de St. Andrews, además de Comandante de la Orden del Imperio Británico.

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