José Luis Mendoza, alma mater del emporio educativo de la UCAM

Acabo de regresar de la UCAM, invitado por Rafael Ortega, el presidente de la UCIP-E, para asistir al III Congreso que organizaron en el campus de Los Jerónimos ambas instituciones. Era la primera vez que visitaba el feudo de José Luis Mendoza. Iba con interés, para ver de cerca el fenómeno social y religioso de una universidad católica creada por un laico. El laico más importante del país, capaz de doblarle el pulso a un obispo.

Confieso que iba también con ciertos prejuicios en la cabeza respecto a Mendoza y a su obra. Todos funcionamos con clichés (al menos hasta que conocemos la realidad de primera mano) y, además, Mendoza y su obra alimentaron la polémica mediática y eclesial durante los últimos años.

Y, como suele suceder siempre en estos casos, me llevé una gran sorpresa. Una agradable sorpresa. Tras estar con José Luis Mendoza unas tres horas y recorrer a fondo el campus de Los Jerónimos, se me cayeron muchos prejuicios y esquemas preconcebidos.

Mendoza es un líder, con una personalidad arrolladora. Una persona que se hizo a sí misma y que no deja a nadie indiferente. Un Kiko (le gusta más que se diga neocatecumenal) nada fanático e, incluso, moderado. Un empresario con visión de futuro. Una persona sencilla, cercana, afable y hasta cariñosa, que se abre como un libro y confía su alma. Quizás porque se siente libre y liberado. Sobre todo, después de haber superado el “calvario” del enfrentamiento con el anterior obispo de Cartagena-Murcia, Juan Antonio Reig.

Apasionado, sincero, directo y franco, a Mendoza se le ve venir y tiene el don de hacerte sentir en confianza desde el primer momento. Tras escuchar de sus labios y con papeles al canto su historia (“de muerte y resurrección”), resaltaría unos cuantos rasgos más salientes:

1/ Un hombre libre: Mendoza no se casa con nadie ni absolutiza a nadie. Salvo a Dios. Ni siquiera a Kiko y Carmen, los fundadores del Camino, el movimiento al que pertenece. Y eso que conoce personalmente al Papa Benedicto XVI, al que tuvo en su universidad cuando todavía era cardenal. Y eso que pasa por ser el laico más importante o con mayor poder de la Iglesia española. Pero él se quita importancia y dice que el único importante es Dios.

2/ Apasionado por la evangelización de los jóvenes: Mendoza es un converso y un Kiko hasta las entrañas. De hecho creó una Universidad en el viejo monasterio de Los Jerónimos (en cuya rehabilitación invirtió más de 14 millones de euros y la verdad es que le ha quedado chulísima, sobre todo la Iglesia, una autentica joya barroca) para poder evangelizar a los jóvenes. Una universidad en la que lo es todo: alma mater, factótum, presidente, rector, maestro de ceremonias y , sobre todo, catequista. Un predicador en toda regla que aprovecha cualquier ocasión (el congreso de la UCIP o la fiesta de graduación de una de las promociones) para hablar a sus chavales de Dios.

Porque los trata como a sus hijos. Para ellos creó un auténtico emporio educativo, basado en el trípode de la docencia de calidad, la investigación y la evangelización. “Dios os quiere. Sólo él puede haceros felices. Es importante una buena carera, pero más importante es seguir a Dios, el único que os puede dar la felicidad. ¡Que Dios os bendiga!”. Y los chavales aplauden al padre-predicador.
Tiene ya 10.000 en su campus y está pensando en abrir en otros países, como Brasil, Tailandia o, incluso, Cuba. Parece capaz de conseguir todo lo que se propone. Eso sí, siempre “con la ayuda de Dios”.

3/ Abierto a la pluralidad: Catequista itinerante, neocatecumenal, alabado por obispos y cardenales, padre de 14 hijos, empresario de éxito, Mendoza tenía todas las papeletas para encarnar al perfecto fanático. Pero me dio la impresión de que también superó esa tentación. Y, aunque su corazón sigue latiendo en el Camino, ha abierto su obra tanto a los nuevos movimientos (Opus Dei, Focolares, CL) como a las órdenes religiosas clásicas, como franciscanos o dominicos.

4/ Probado en el crisol de la cruz: Mendoza creó una universidad católica diferente a todas las que hasta entonces existían. No es una universidad pontificia ni una universidad del episcopado o de la diócesis. Es una universidad católica creada por un laico. Ese estatus especial le llevó a una pelea sin cuartel con el anterior obispo, Reig Pla.

Un contencioso que zanjó la propia secretaria de Estado, que le ratifico como propietario exclusivo del centro universitario. A la legitimidad moral se añade el reconocimiento canónico y legal al máximo nivel. El Vaticano habló y le dio la razón. Y, una vez que consiguió que Roma lo reconociese como propietario de su obra, decidió, en un gesto de máxima generosidad y de acuerdo con su mujer e hijos, donar la UCAM a la diócesis de Cartagena-Murcia. No conozco otro caso así.

No quiero, con esto, “canonizar” a Mendoza. No puedo hacerlo. Y, además, no le hace falta. Le sobran “padrinos” de altísimo rango. Y no digamos turiferarios. Me limito a contar lo que he visto y comprobado in situ. El propio Mendoza repite, una y otra vez, que es un gran pecador. Seguro que, como todos, tendrá parte de santo y parte de pecador. Lo que sí me he encontrado es con un hombre de una personalidad arrolladora, apasionado por Dios y por la educación de los jóvenes, que ha creado un imperio educativo y que se lo ha regalado a la Iglesia. ¿Hay quien dé más?

Sólo por conocer a una persona así y la obra que ha creado de la nada y en poco tiempo, ha valido la pena el viaje a Murcia. Y posiblemente regresé en más ocasiones, porque una de las cosas que RD comparte con Mendoza (salvadas todas las distancias, que son muchas) es nuestra apuesta profesional, eclesial y espiritual por la pluralidad y el sano pluralismo en la Iglesia. Ahí siempre nos encontraremos.

José Manuel Vidal
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