Política episcopal a la carta

Asisto perplejo a las declaraciones de un sector de la Conferencia Episcopal, en el sentido de que la Jerarquía católica puede y debe opinar de temas considerados políticos. Hasta no hace mucho, ése mismo sector eclesial reprendía severamente a los sacerdotes y religiosos que opinaban o denunciaban situaciones de injusticia social, o simplemente inhumanas, al grito de que la Iglesia no está en este mundo para meterse en temas propios de la política.

Ya lo dijo el impulsor de todo esto: "por su hechos los conoceréis", y no por la calidad de los alzacuellos. ¿Qué pretenden Rouco y los suyos? ¿No hay suficientes temas donde la institución eclesiástica católica debería poner su mejilla apostando por los que hoy son los pobres del Evangelio aun a riesgo de que se la rompan? Tanta ortodoxia no cabe en tan poca ortopraxis, señores purpurados.

Tienen en sus manos una reciente y estupenda encíclica sobre la esencia de Cristo ("Dios es amor") para desvelar el mejor rostro del Dios de los cristianos, pero se dedican a juegos de salón más propios de un poderoso que de un testigo de Jesucristo. Los tiempos cambian, la fe hay que renovarla con obras, y buena parte de su feligresía se está alejando al galope de una concepción de la práctica religiosa más propia de los tiempos anteriores al Concilio Vaticano II que de este siglo.

Ser católico practicante no es solo ir a misa los domingos a celebrar la Resurrección, sino vivir la fe de las Bienaventuranzas en el día a día con nuestro próximo. Ustedes siguen añorando un cumplimiento formalista de cartón piedra que, tantas veces, es un mero cumplo y miento, mientras quienes buscan con ahínco razones para la alegría y la esperanza solo encuentran condena, acusaciones y una preocupante falta de denuncia profética y de misericordia. Podría decirse por quienes les observan que se les ha encogido el corazón, como si se les hubiese marchitado la raíz esencial de la caridad cristiana. Ya lo dijo M. Blondel: la peor de las aberraciones es el catolicismo Sin Cristo, la religión sin alma, una autoridad sin corazón.

No me preocupa tanto que se estén quedando solos, peligrosamente cerca de la corriente sociológica más inmovilista de la derecha; y debería preocuparme, a nada que recordase la actuación del cardenal Gomá y otros como él apoyando al golpista y dictador Franco en su cruzada violenta, incluso contra otros hermanos en la fe que quisieron defender la legitimidad democrática de aquél momento político. Me preocupa aun más, si cabe, que escandalicen con sus posturas políticas tan a conveniencia y que muchas personas de buena fe caigan en las redes de su peligroso maniqueísmo en lugar de seguir las voces que postulan la comprensión, la concordia y los valores más genuinos del mensaje evangélico.

Rouco Varela, Cañizares, García Gasco, Martínez Camino… ustedes dan toda la impresión de creerse en la esencia del cristianismo cuando están leyendo el Evangelio al revés porque, hasta lo en lo pudieran tener razón respecto a las posturas más laicistas, la pierden con sus formas y la falta de ejemplo. Y en religión, como en la política, no solo hay que ser bueno, sino parecerlo; porque el asunto no es dar seguridad sociológica, sino fidelidad evangélica.

Pronto llegará el Papa a la Comunidad Valenciana; anden pues con un poco más de cuidado, que Benedicto XVI está repartiendo coscorrones por el ala donde ustedes más cómodos se mueven. Laus Deo.

Gabriel Mª Otalora
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