Soldados del ejército derrotado del Papa Montini

Parece pensado en vosotros, episcopado al que un sacerdote me definió como “una jerarquía que da respuestas a preguntas que poca gente se hace”, mientras ve impotente como cierran seminarios por falta de vocaciones, decae la práctica religiosa, aumentan las bodas civiles a costa de las religiosas y millones de católicos se desvinculan de un discurso episcopal, politizado más que pastoral. Dicen que habrá una batalla en las elecciones de marzo para la presidencia de la Conferencia Episcopal.
Pobre mensaje evangélico, a qué queda reducido, y encima sin tan siquiera batalla: ganará el sector conservador porque el episcopado español forjado pieza a pieza por Juan Pablo II es, con escasas excepciones, un episcopado sin fisuras comandado por un cardenal muy inteligente, Rouco; uno al que no se le conocen otros méritos que su conservadurismo, Cañizares; un tercero, García Gascó, al que hace años plantó un sólido colaborador, hastiado de conservadurismo; y cerrando el cuarteto, un ambicioso Martínez Camino, jesuita con biografía de inadaptado en Comillas, no aceptado en la Gregoriana, fracasado como monje trapense y poco menos que repudiado por la propia compañía de Jesús, harta de sus devaneos.
El episcopado español con el que se encontró el socialismo al llegar al poder el 82 era más plural, más dialogante, porque estaba forjado por un nuncio, Dadaglio, y un Papa Pablo VI, que querían una iglesia abierta a la sociedad democrática. No es de extrañar como ignoran a Pablo VI los obispos de hoy. Le aborrecen por lo que siguiendo a Juan XXIII, trajo de apertura. No es de extrañar tampoco que Jordi Pujol se defina en sus memorias como soldado del ejército derrotado de Montini, Pablo VI como papa.
Como Pujol, también yo me considero parte de ese ejército derrotado. El de un tiempo de un episcopado que dudaba y sufría confrontando fe y realidad social (recordemos la Humanae Vitae). Que quería abrirse al mundo consciente del riesgo de afrontar el vendaval de la historia. La esperanza surgida del Concilio Vaticano acabó.
El largo papado de Juan Pablo II, hombre sin dudas, dejó la herencia de una jerarquía, vuelvo a citarles al Nobel Soyinka, que aspira a la incursión de la religión en el amplio dominio de todo lo secular, apropiándose del terreno de la ética, las costumbres y la conducta social. Se van a quedar a solas con su discurso. La paz del Señor esté con vosotros, hermanos del episcopado.
José Martí Gómez, periodista y escritor