¿Vivió Santiago apóstol en Valencia?

Vino por la célebre calzada que abrieron los romanos desde Zaragoza hasta Cartagena hacia el año 34, después que “fue visitado por la madre de Dios en el lugar vulgo Pilar”, según reza un Breviario Romano de 1533 y otro de 1561 que guarda la biblioteca privada de San Juan de Ribera, en el Real Colegio del Patriarca de nuestra ciudad: “Santiago vino a España y convirtió a algunas de sus provincias”. Y una de ellas Valencia, en el centro de esa calzada.
La tradición recoge además el resultado de su predicación en nuestra ciudad. Los valencianos quedaron espantados de la nueva doctrina y dudaban de que fuera justa y verdadera; de manera que, como condición precisa para aceptarla, le pidieron a Santiago que la confirmase con un milagro. ¿Y qué mayor milagro podía obrar el apóstol sino hacer llover, cuando el campo valenciano atravesaba entonces uno de esos ciclos de grave sequía ya hechos crónicos? Efectivamente, Santiago hizo llover con tanta intensidad que tuvieron que pedirle que cesase. Sin embargo, esta prueba no les convenció alegando que las nubes se habían presentado por casualidad. Que hiciera bajar fuego del cielo sobre el monte que se veía a lo lejos. Y también el fuego bajó con tal fuerza que, aterrados los valencianos, expulsaron a Santiago de la ciudad tachándolo de mago y encantador; pero él ya había nombrado obispo a uno de los pocos que le creyeron, el tal Eusebio.
Es una tradición basada en los escritos de san Cecilio mártir, discípulo de Santiago y primer obispo de Granada, hallados en su tumba cuando fue descubierta; y que recoge en sus Décadas de Valencia (1610) el cronista oficial del Reino valenciano, Gaspar Escolano, afirmando que la tomó de un cronicón del tiempo de los godos citado por san Jerónimo en su obra De viris illustribus (392).
Claro que, también cabe preguntar: Pero ¿qué sucedió para que todo haya quedado tan solo en meras referencias y se hayan perdido los escritos citados? Da razón de ello nuestro poeta hispano-latino, Prudencio, en uno de sus titulados Himnos (348-410). El motivo se debe al fuerte iconoclasticismo que se desató en la época para borrar todo recuerdo de la fe cristiana en nuestra península. En ese recuerdo permanecía clavada la venida de Santiago a Valencia. Es más, hubo un tiempo en que esta tradición llegó a tomar tal forma histórica, que en la época visigoda se le honraba ya en nuestra ciudad el día de su fiesta, 25 de julio, en el oficio religioso mozárabe. Como fundador de la fe y único patrón de España proclamado por el rey Recaredo I en 578. Entonces no cabía la duda.
La duda surgió diez siglos después, cuando el arzobispo sevillano Juan Garcia Loaysa, en su Colección de Concilios (1593) y bajo la influencia del célebre cardenal italiano César Baronio (1538-1607), erudito escritor pero enemigo de la grandeza política y religiosa de España, le dio por pedir al Papa Clemente VIII la rectificación de ese Breviario Romano que hacía constar la tradición de la venida a España del apóstol Santiago.
Y el débil Papa accedió, causando gran malestar al rey Felipe III; y también al arzobispo de Valencia, el Patriarca Juan de Ribera. Pero España pesaba mucho entonces en Europa y la reacción no se hizo esperar. Fuertes presiones diplomáticas obligaron a Roma no sólo a enmendar el nuevo texto, sino a que el propio cardenal Baronio se retractara de sus juicios. Sin embargo, el mal ya estaba hecho y extendida la duda sobre la venida de Santiago a Valencia. Imposible desde entonces borrarla por completo y para siempre.