Un auxiliar para Pamplona

Pisa fuerte don Francisco Pérez en Pamplona. Tan fuerte que, según me cuentan, mañana, a las 12, se va a anunciar oficialmente el nombramiento de un obispo auxiliar de la archidiócesis navarra. El elegido estará entre Juan Aznárez (Vicario General), Mikel Garciandía (Euskaldun y Vicario Episcopal)o Javier Aizpún (Ecónomo). Tal como me lo cuentan, se lo cuento, con todo el riesgo que estas cosas de nombramientos episcopales implican. Que, aquí, no tenemos "cuervos". Todavía.

Todas las papeletas para salir elegido las tiene Juan Aznárez. Pero, independientemente de quién sea el elegido, el nombramiento de un auxiliar refuerza la figura del actual arzobispo de Pamplona. Si no me fallan los datos, en Navarra no hubo obispo auxiliar desde hace más de 30 años, cuando ocupó ese puesto monseñor Riesco Carvajo, hombre de lo más sencillo y acogedor, según recuerdan los que lo conocieron. Y, como muy bien apuntan nuestros avezados comentaristas, el auxiliar más reciente fue monseñor Larrauri.

Sale reforzado monseñor Pérez por su fidelidada absoluta a Rouco, con el que mantiene hilo directo en todo y para todo. Una fidelidad que, incluso, podría granjearle metas mayores. Y si no, al tiempo...Aunque, esa misma actitud le está ocasionando no pocos dolores de cabeza internos.

En la carta en la que se convoca a delegados, vicarios y demás alto clero, el señor arzobispo invita a "un acto de gran relevancia interna para la vida y el quehacer de la archidiócesis".

De los tres candidatos, el que más posibilidades tiene, de entrada, es el vicario general, Juan Aznárez, miembro del Camino neocatecumenal y que encaja a la perfección en el patrón que se está utilizando estos últimos años para elegir obispos: no muy brillantes y de los sectores más conservadores del clero.

Si el vicario general es de los Kikos, el ecónomo, Javier Aizpún, es de la Hermandad Sacerdotal de la Santa Cruz, es decir del Opus Dei. El segundo, Mikel Garciandía, pertenece al sector euskaldún.

Sea quien sea el elegido, el nombramiento de un auxiliar sorprende profundamente en Navarra. No es habitual que una diócesis de 500.000 personas disponga de un auxiliar. Pero Rouco hila fino y a largo plazo.

Con el nombramiento del auxiliar de Pamplona se prepara el terreno para dos eventualidades. La primera, suceder a Asurmendi, dentro de un par de años, en Vitoria, destino tradicional de los auxiliares navarros. Y, por consiguiente, conformar un episcopado vasco en Euskadi homogéneo y absolutamente conservador y fiel a la directrices de Madrid.

La otra eventualidad respondería al primer paso en una estrategia de mayor alcance: la sucesión del propio cardenal de Madrid. Es decir, con el nombramiento del auxiliar se prepararía el camino para que monseñor Pérez pudiese suceder a Rouco en la capital de España.

La sucesión de Rouco es y será la madre de todas las batallas eclesiales. Con una dura pugna entre Cañizares y Rouco, que, al final, decidirá el Papa en persona.

España es el único gran país católico en el que el sistema de elección de obispos wojtyliano no ha sido sustituido por el ratzingeriano. El primero buscaba obispos grises y fieles. El segundo opta por prelados intelectuales, bien preparados, no demasiado carreristas y, por supuesto, conservadores. Pero conservadores dialogantes y creativos.

Ese cambio de paradigma se produjo en todas partes menos en España, donde los nombramientos siguieron y siguen en manos de Rouco (ayudado en Roma por su amigo el cardenal Re, mientras estuvo al frente de la fábrica de obispos).

Si el Papa decide cambiar también en España de modelo, el elegido podría ser Cañizares. Si sigue haciendo caso a Rouco (con el que mantiene hilo directo en alemán), el cardenal de Madrid podrá pilotar su sucesión.

A Rouco le encanta maniobrar y más todavía tratándose de su sucesión. Hombre de poder y de control, quiere seguir mandando en la archidiócesis incluso después de su renuncia al cargo o, al menos, poder seguir residiendo en ella, sin tener que "exiliarse" en su natal Villalba, alejado de los centros de poder.

Para conseguir ese objetivo, su sucesor tiene que ser absolutamente fiel y, por supuesto, de su cuerda eclesiástica. Y Rouco deshoja la margarita. Entre los eventuales sucesores figuran Pérez, Asenjo, Sanz, Fidel Herráez (su fiel y sempiterno auxiliar) y hasta Pedro López Quintana, el actual Nuncio en Canadá. A este ultimo (junto a Suquía), le debe su ascenso a Madrid y su meteórica carrera en el episcopado español, cuando trabajaba en la Secretaría de Estado, al lado del cardenal Re.

Y en esta carrera, con este nuevo movimiento, Pérez gana puntos. Muchos puntos. Conoce perfectamente la diócesis madrileña, de la que procede como cura y donde fue formador del seminario, antes de conseguir la mitra. Madrid cambiaría así de liderazgo episcopal y optaría, con Pérez, por un pontificado más pastoral, con un obispo cercano, amable, sencillo, dialogante y buena persona. Perteneciente al movimiento moderado de los Focolares, es muy conocido en la Curia, por haber sido, durante muchos años, director de las Obras Misionales Pontificias, un cargo de prestigio y con muchas posibilidades económicas.

El desenlace de la batalla: marzo de 2014, la fecha en la que Rouco cumple su último trienio al frente de la CEE. La última palabra la tendrá el Papa que reine entonces en Roma. Pero Rouco, previsor, prepara el camino y engrasa los mecanismos.

José Manuel Vidal
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