"Dios, en nosotros, se hace prójimo de todos" Dios, en Cristo, se hizo nuestro prójimo

El evangelio de este día, revelación del amor por el que Dios se ha hecho nuestro prójimo, nos revela también el mandato de Dios, que nos llama a hacernos, por el amor, prójimos de todos. Si Dios, en Cristo, practicó misericordia con nosotros, el mandato de Jesús dice: “Anda, haz tú lo mismo”
Es el amor que les tienes el que te hace prójimo de ese hombre, de esa mujer, que pueden tener una ideología distinta de la tuya, pueden tener un credo que en nada se parece al tuyo, pueden tener sentimientos enfrentados a los tuyos
Habréis observado que el relato evangélico está centrado todo él en torno a un personaje sin nombre, al que, en principio, llamaremos “prójimo”, porque, practicando la misericordia con un desconocido –con un lejano-, se portó con él como “prójimo suyo”, se hizo cercano a él, “se le aproximó” –léase: “se le ‘aprojimó’”-.
Si ahora consideramos, a la luz de la fe, nuestra historia personal y la historia de nuestra comunidad eclesial, nos damos cuenta de que aquel hombre abandonado medio muerto al borde del camino, y aquel prójimo suyo del relato evangélico, tienen para nosotros nombres muy concretos: el hombre herido soy yo –es cada uno de nosotros-, es esta comunidad que el Señor ha redimido; y mi prójimo –nuestro prójimo- es Cristo Jesús, el Señor, nuestro Dios.
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En Jesús, Dios se nos ha hecho cercano –se nos ha hecho prójimo-. En Cristo Jesús, Dios se acercó a sus pobres: a María, que no conocía varón; a José, que era justo; a los pastores, que velaban en la noche los rebaños; a Simeón y Ana, que vivían de esperanza; a leprosos, endemoniados, paralíticos, ciegos, sordos y mudos; a las ovejas descarriadas de la casa de Israel. En Cristo Jesús, Dios se acercó a nosotros: nos purificó, nos justificó, nos santificó en el bautismo; nos dio su Espíritu Santo, que habla con palabras de fuego; nos salvó por su gracia, nos vivificó juntamente con Cristo, con él nos resucitó, y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús. Lo podemos decir con verdad: “Somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús”.
“Por él” –por Cristo- “quiso” –Dios- “reconciliar consigo todos los seres, los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz”.
“Reconciliar”, “hacer la paz”, es la forma concreta en que Dios, por Cristo, practicó la misericordia con nosotros, se ha acercado a nosotros, se ha hecho nuestro prójimo.

El mismo Señor que se nos hizo prójimo en Cristo, se había hecho prójimo de su pueblo por medio de las palabras de la ley. Tan cercano estaba de su pueblo, que éste podía escuchar su voz y volverse enteramente a él, convertirse al Señor con todo el corazón y con toda el alma. El mandato del Señor estaba tan cerca de su pueblo que éste lo llevaba en su boca y en su corazón.
Porque nos ama, Dios se nos ha hecho prójimo dándonos su palabra inspirada y su palabra encarnada; Dios se nos ha hecho prójimo en Cristo Jesús, que es imagen visible de Dios invisible: Él es la bondad de Dios que nos escucha, la fidelidad de Dios que nos ayuda, la compasión de Dios que se inclina sobre nuestras heridas para curarlas, la misericordia de Dios que nos levanta de nuestra postración y miseria. En Cristo Jesús, Dios es el pastor que sale en busca de su oveja perdida; en Cristo Jesús, Dios es aquella mujer que se afana en la búsqueda de su moneda extraviada; en Cristo Jesús, Dios es aquel padre que hace fiesta por el hijo que estaba muerto y vuelve a la vida, estaba perdido y ha sido hallado.

El evangelio de este día, revelación del amor por el que Dios se ha hecho nuestro prójimo, nos revela también el mandato de Dios, que nos llama a hacernos, por el amor, prójimos de todos. Si Dios, en Cristo, practicó misericordia con nosotros, el mandato de Jesús dice: “Anda, haz tú lo mismo”. Haz tú lo mismo, hermano mío. Practica la misericordia y la compasión con todos los hombres y mujeres que haces prójimos tuyos por el amor que les tienes. Es el amor que les tienes el que te hace prójimo de ese hombre, de esa mujer, que pueden tener una ideología distinta de la tuya, pueden tener un credo que en nada se parece al tuyo, pueden tener sentimientos enfrentados a los tuyos. Aquel a quien el amor hace prójimo nuestro, puede representar para nosotros un peligro, una amenaza, puede que nos deje contagiados e impuros, puede que sea el más grande de nuestros enemigos; sin embargo, la ley nuestra alianza con Dios no reconoce excepciones: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo”.
Dios, en Cristo, se hizo nuestro prójimo. Dios, en nosotros, se hace prójimo de todos.
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