Confidencias al clero: masculino y femenino
Me pregunto muchas veces ¿por qué después de tantos años de
creer y de practicar más o menos, he adelantado tan poco en la virtud? Recuerdo que leyendo una vez a Santa Teresa también se preguntaba de modo parecido a éste. Ella lo atribuía a que ponía en sí misma toda la confianza de adelantar. Porque no lo dejaba todo en manos de Dios. Yo además, tengo otras muchas razones: pereza, amor a pequeños placeres, falta de entrega continua.
De pequeño, mi madre me solía decir cuando me escondía para que no me riñera: "Tú mucho miedo y poca vergüenza". Y esto me preocupa ahora. No porque viva en el temor continuo al castigo de Dios, sino por la poca vergüenza de no terminar de entregarme nunca del todo. Hemos de ayudarnos. Pidamos unos por otros al Señor. Que nuestro ideal único sea vivir para Dios. Vivir siempre en la casa del Señor, como quería el salmista.
Vamos a agradecerle al Señor el sentir esta hambre y sed de El y vamos también a ponernos en sus manos para adelantar poco a poco. Y sobre todo: no nos guardemos para nosotros mismos esta hambre u sed de Dios.
Cuando me voy familiarizando con Dios, El aparece para mi alma como el ser más íntimo, el totalmente imprescindible. El padre o la madre, el esposo o esposa, el amigo, el hermano, son visibles y puedo conversar con ellos o abrazarlos. Pero siempre un algo incomunicable existe aun en la mayor amistad. La relación con Dios es continua, su presencia amorosa llena hasta los últimos rincones de nuestra vida. El amigo más perfecto es como la sombra, como la imagen lejana de este Dios de Amor, plenitud de toda nuestra vida.
Mi preocupación y mi atención va a estar en no alejarme de El, en acercarme más y más a El. Para ello: desinterés propio, unión con el prójimo y preocupación de él, afición al trato íntimo con Dios. Nos hemos de estimular mutuamente para esta intimidad con el Señor.
Piensa: Dios está presente para ti. Es una presencia mayor que
la del agua en la esponja, que la del aire en las aves. Vives por El y en El. Te penetra hasta el tuétano de tus huesos, hasta el mismo espíritu. Te digo esto y me lo digo, claro, a mí mismo. Porque nuestra alma se ha de deleitar en este pensamiento. Nuestra vida está oculta con Cristo en Dios.
Las Tres Divinas personas habitan en ti y en mí. En todos cuantos viven en gracia. En el fondo de nuestro ser ocurre el divino misterio. El Padre engendra al Hijo por vía de conocimiento. Del Padre y del Hijo, por vía de amor, procede el Espíritu Santo.
Varias veces al día debiéramos detenernos para meditar esta
verdad aunque no sea más que uno o dos minutos cada hora. Acordarnos de este sublime misterio que se opera en el fondo de nuestra alma.
Nuestra alma con Jesús, el amigo Divino, se mantiene sumida en
el mismo seno de la Santísima Trinidad. A base de ejercicio se consiguen los hábitos. Pues vamos a conseguirlo. Nuestro Divino huésped nos ayudará. No estamos solos.
José María Lorenzo Amelibia
Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com
Mi blog: http://blogs.periodistadigital.com/secularizados.php
Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari Lorenzo Amelibia
Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2