1.- Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. Líbrame, Señor, de los movimientos de ira. Líbrame de la venganza; mira que yo solo no soy capaz y necesito de tu ayuda.
2.- Líbrame de la venganza a nivel grande; pero también a pequeño nivel, líbrame de las pequeñas represalias, dame un corazón generoso, de los que parece que ni se dan cuenta de las injurias.
3.- Enséñame a ser magnánimo con todos. Que ni siquiera recuerde las injurias. De santa Micaela decían muchos que deseaban estar en el número de los enemigos, pues trataba con mayor bondad aún a quienes le habían hecho daño o injuria.
4.- Tú, Señor, en la Eucaristía me enseñas esa mansedumbre. Jesús, manso y humilde de corazón, hacen nuestro corazón semejante al vuestro. Renuncio a las pequeñas venganzas; quiero ser tuyo, manso y humilde.
5.- Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a cuantos nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación. Líbranos también, Señor, de los iracundos, de los vengativos y dales a todos tu gracia y tu amor. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
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