Para muchos la Iglesia es igual a Rouco o el presidente de de turno de la Conferencia Episcopal. Y lo más curioso, cuando se trata de Cáritas gran parte de la sociedad admira en esto a los obispos, como si fuera lo mejor de ellos mismos. Cáritas somos todos cuantos colaboramos con nuestro donativo o esfuerzo a sostener a quienes sufren alguna necesidad económica o humana. Y ni siquiera para pertenecer a Cáritas es necesario estar bautizados; muchos donantes no están apuntados en las filas religiosas.

La Iglesia es más amplia que la jerarquía. Lo saben muy bien los obispos, aunque a veces callan y dejan correr la opinión popular. Siempre hemos criticado a Luis XIV que llegó a decir: “El Estado soy yo”. No caigamos en el mismo error de atribuir a la Iglesia los deslices de quienes la gobiernan. No hagamos el ridículo como aquel director docente que le decía a un compañero: “Cuidado, no me destruyas el colegio”.


José María Lorenzo Amelibia
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