Confidencias a un clérigo. ADORACIÓN

Hace ya varios años leía estas ideas: no es tiempo perdido el que dedicamos a la adoración del Señor sin pedirle nada, ni siquiera su ayuda para ser buenos; solo estar con El, adorarle.



Contemplar con el entendimiento el ser Infinito de Dios, su Eternidad, su Omnipotencia, su Sabiduría, su Hermosura. A veces, cuando pensamos con intensidad en esto se nos va la cabeza. ¡Qué grande es Dios!
Son momentos de gozarnos en la sublimidad de este Ser, nuestro Padre. De nadie necesita ni de nada. Es Bueno. Santo. Lleno de gloria. Merece la pena adorarle y gozarnos en su grandeza.
Mi ilusión no es ganar dinero ni puestos distinguidos, ni
siquiera ocupar un cargo de cierto honorcillo; mi ilusión eres Tú, Señor. Y si voy a estar más cerca de ti en el dolor y en la incomprensión, llévame por ese camino; pero si ves que necesito para animarme un poco de consuelo y de aprecio de mis compañeros, permíteme este favor.
Pero sobre todo, si lo necesito, envíame algún consuelo
sobrenatural, para que me vaya de una vez desengañando de tantos placeres y gustos del mundo que a nada conducen. Y ayúdame a comprender, a querer y apreciar a cuantos me rodean. Quiero ayudar a todos.
Pedir todo esto es maravilloso. Más aún adorar a Dios en verdad y humildad. Creo que lo habrás experimentado más de una vez.

Cuanto más sepamos de Dios, mejor. Me conviene leer mucho sobre Dios. Así me siento más inclinado a rezar, mi pensamiento vuela más hacia El, y cae a menudo en profunda adoración. Cuando estoy la mayor parte del día ocupado por ejemplo en enseñar, programar o
sacar balances económicos, mi pensamiento sobre todo se encuentra en estos asuntos. Por eso dedicaré más tiempo a las cosas de Dios. Así mi corazón estará más cerca de El.
Si mi ocupación es de ayuda a las personas, debo pasar mi
atención a Dios con frecuencia. No ha de tratarse de un mero humanismo mi obrar el bien.
Pero siempre he de insistir en conocer a Dios. Si así lo hago, mi alabanza será continua y más perfecta. Abrirnos a Dios en todo. Como el arroyo asumido por el gran río, como el río que se entrega al mar.
Y todo esto en la oscuridad de la fe. En esta penumbra de la fe será llevada mi alma a la relación total e íntima con Dios. Sí; lo voy conociendo a Dios como en un enigma. Pero este Dios me atrae y me apasiona. Supongo que a ti te pasará lo mismo.
Y le pido al Señor: Dame más luz, o más oscuridad. Pero lo importante es que cada vez te vaya conociendo mejor y te vaya tratando con más amor. Y que mi adoración sea plena: en sinceridad y humildad.

José María Lorenzo Amelibia
Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com
Mi blog: http://blogs.periodistadigital.com/secularizados.php
Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari Lorenzo Amelibia
Mi cuenta en Twitter: https://twitter.com/josemarilorenz2
Volver arriba