He leído un folleto de Don Orione, hoy beato. Fue un hombre extraordinario de nuestro siglo. Y me da la impresión de que no es demasiado conocido. Entre sus muchas obras, recuerdo una que me llamó la atención pensando en ti. Se trata de las escuelas agrícolas. Junto a ella los Eremitas de la Divina Providencia. De estos eremitas dice Orione que serán con la oración como una gran voz de amor a Jesús, que implore la victoria de los campeones de la acción católica en medio de la sociedad, y acelere la conversión de los pecadores, la unión de los hermanos separados y el triunfo de la Iglesia de Jesús.
Yo creo que si en cada diócesis se constituyeran nada más que media docena de hombres con una vocación como la tuya se notaría muy pronto en ella un rejuvenecimiento espiritual. Comenzarían a arder en fervor todos los sacerdotes, como en los mejores años del seminario. Nuestra formación (me refiero al ideal sacerdotal- cristiano) fue extraordinaria. Hace falta remover aquella gracia que queda como brasa entre las cenizas en el corazón de los sacerdotes.
José María Lorenzo Amelibia
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