Evitad las Vanidades

Por amor a nuestra fe, queridos obispos, pedimos por vosotros, pero poned de vuestra parte toda la ilusión en ser santos, humildes y misericordiosos.



A lo largo de mi vida me ha tocado ver sacristías catedralicias y museos diocesanos en abundancia. En varias he apreciado una larga fila de obispos en retratos pictóricos. ¡Los obispos como grandes señores! ¡Es curioso! Porque todos estos prelados gustan de hablar de la humildad. Incluso a uno de ellos le oí decir, en nuestros tiempos de seminario: "Cuando yo muera he pedido que me entierren aquí, en la puerta que separa la iglesia del claustro, para que cuando paséis, me piséis todos". ¡Qué afirmación tan grotesca, cuando él mismo encargaba a un pintor de fama provincial le retratara para la posteridad! Así somos… Falleció muchos años después. Hoy nadie se acuerda de él a pesar de haber conseguido su pretensión.

Otro, no sé si obispo, cardenal o canónigo, en el suelo de su catedral, en el lugar en que yace hasta que la iglesia se derrumbe, hizo poner esta inscripción en latín: "Pulvus, cinis, nihil". Si de verdad era humilde, ¿por qué no ordenó ser enterrado en una fosa común o en una sencilla sepultura, aunque indicara su nombre y su apellido?

Cuando reparamos en el sector del alto clero, que no es santo, nos damos cuenta de la tremenda incongruencia que existe entre lo que predican y su actitud. En cuestión de humildad resulta bochornoso. No me cabe en la cabeza que quienes se denominan sucesores de los Apóstoles, vivan en palacios, marchen a visitar a sacerdotes en tierras de misión, pero ignoren al cura molesto, próximo a su residencia. Demasiados sin sentidos ajenos al Evangelio.

Es una pena que no hagan más creíble nuestra fe. No se dan cuenta de que el Reino de Dios se va extendiendo a pesar de su poco testimonio, y gracias a los misioneros de mucha fe, a los seglares comprometidos, a la oración silenciosa y eficaz de contemplativos religiosos o enfermos.
Es fácil excusarse con el hecho de que todos somos humanos y llenos de defectos, pero si alguien debe mostrarse humilde, sencillo, con ganas de entrega y sencillez es el obispo.

Lo de retratos, tumbas distinguidas y mausoleos es la punta del iceberg, porque ¿qué piensan bastantes dirigentes cuando un pobre cura da un patinazo en cualquier terreno? Como el caso del desgraciado sacerdote, denunciado (no sé si con vedad o con mentira) del abominable crimen de pederastia. Cuando acudió a su obispo, sin siquiera escucharle le dice: "Apártate de mi vista y vete al pueblo donde naciste". Caso real con nombres y apellidos que omito por respeto.
Por amor a nuestra fe, queridos obispos, pedimos por vosotros, pero poned de vuestra parte toda la ilusión en ser santos, humildes y misericordiosos.

José María Lorenzo Amelibia
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