Con Jesús el enfermo es fuerte

Enfermos y Debilidad

Con Jesús el enfermo es fuerte

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La fuerza nos viene de dios

Durante varios años he sido vecino del arzobispo emérito de Pamplona, Mons. Cirarda. Lo veía con frecuencia salir de su casa a una iglesia cercana para visitar a Jesús expuesto en la custodia. Iba con un rosario de corona rezando, y regresaba de la misma forma. El anciano y el enfermo disponen de mucho tiempo libre. Pienso que una de sus mejores ocupaciones es permanecer junto a Jesús en el Sagrario largos ratos: amando y dejándose amar, orando por las necesidades del mundo; agradeciendo.

Me ha llenado de emoción algo que acabo de leer sobre los antiguos cristianos: Cuando marchaban los eremitas al desierto, se les entregaba en una cajita la Eucaristía como verdadero viático. Al no poder asistir a diario a la Misa, ellos mismos comulgaban de este divino alimento, fuerza para sus almas. Durante aquellas temporadas de soledad eran acompañados por el mejor amigo. Así vivían con gozo en la presencia real de Jesús. Para Él sólo era su conversación, su amor, su tiempo, su existencia. Y estos hombres eran los grandes motores de la Iglesia.

 Algo parecido se practicaba con los enfermos: un familiar llevaba envuelto en un paño blanco el Divino Manjar que había de ser alimento diario del paciente, y compañía amorosa en las horas de soledad. En el desierto de este nuevo milenio, en la realidad de este mundo hostil en el que, al parecer no pueden dejarse abiertas las iglesias, porque reina la barbarie de un ateísmo militante que profana y destruye lo más santo, quizás haya llegado el momento en que nuestras jerarquías deban plantearse como solución, sembrar los hogares fieles de sagrarios. Familias que al unísono puedan decir: “Una cosa pido a Dios: morar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para gustar la dulzura de Yahvéh y cuidar de su templo” (Sal. 27,4). Yo no sé qué solución cabe, pero no hemos de aflojar ni enfermos ni sanos nuestro amor al sagrario. Es maravilloso para la transformación de nuestras almas y para bien del mundo.

Nosotros que creemos en Cristo, le invocamos como luz del alma y salud de este mundo enfermo. Nosotros no nos podemos apartar de Él, porque es camino,  

José María Lorenzo Amelibia

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