Para todos, incluidos los obispos LXXII  PREPARANDO LAS OPOSICIONES

 La vida de un cristiano, sacerdote, padre y abuelo

 Testimonio humano - espiritual de un sacerdote casado.

Autobiografía.

LXXII  PREPARANDO LAS OPOSICIONES

AMAR Y VIVIR lejos de la persona amada es tormento y esperanza; amarga dulzura; añoranza sin par. "¡Qué maravilla hubiera sido pasar juntos al atardecer el inefable escenario de la naturaleza, con el cielo purísimo y el bello arrebol del crepúsculo, con la suave brisa meciendo el opulento ropaje de los árboles, y la esquilas del rebaño que regresa, y el humo de las chimeneas, y el labriego con la yunta de bueyes que vuelve al hogar; y sentir una inmensa ternura hacia todos, y que El nos envuelve con su amor, y que nos bendice, y que nos amamos, y que nos queremos mucho!"

op

 Estudiando para oposiciones

Varios años había dedicado a repasar los temas que entrarían en la oposición, temas que me dispensaron en la carrera. Lentamente y sin prisa, asimilaba conceptos que desde el seminario no había visto. En el mes de junio del 69 se convocó concurso - oposición para cubrir plazas de maestro en toda España. Probablemente en enero comenzarían las pruebas. Disponía de seis meses para prepararme. Tenía que aprovechar todo el tiempo libre para este menester.

Aquel verano muchos días dediqué al estudio hasta diez horas. Cargaba en el coche la mesa y la silla, y marchaba a una chopera junto al embalse de Rocín de las Viñas.

El tiempo transcurría veloz. Bajo un techo de verdes hojas disfrutaba de la naturaleza, y las ideas penetraban lentamente en mi cabeza. Los árboles, gigantes fijos en la tierra, aplaudían con millares de diminutas manos movidas en suave sinfonía matinal. Es el único ruido que percibían mis oídos. Aquella melodía vegetal en nada perturbaba mi paz. A mediodía, en la parte baja del embalse, me daba un baño que desentumecía mis músculos y refrescaba mi cuerpo.

Así desfilaban las jornadas veraniegas. Por las tardes me asentaba en otros lugares: la sombra de un nogal o bellos rincones del paisaje. Llevaba conmigo a mi madre. Mientras ella hacía punto sentada en una silla rústica, yo caminaba con mi libro, en un aprendizaje peripatético. Por la noche todavía dedicaba unas horas al estudio en casa.

En el otoño e invierno, el promedio de labor intelectual era menor, ya que atendía mis obligaciones pastorales con la intensidad mayor de unas parroquias rurales. Endulzaban mi duro trabajo las cartas de Angelines. Ellas me daban fuerza. Para todo sacaba tiempo. en el dedo índice de mi mano derecha me salió callo de tanto escribir; igual que ahora mientras redacto estas memorias. Nunca he disfrutado de profesor particular. Yo solo tenía que solucionar todos los problemas relacionados con las asignaturas.

Llegó el mes de enero. El primer examen era para desanimar a cualquiera. Entre hombres y mujeres se cubrirían cincuenta y cuatro plazas. El hall de la escuela del magisterio se encontraba a tope: alrededor de seiscientos opositores. ¿Cómo va a ser posible promocionarse entre tantos? Consistía el examen en contestar a cien preguntas breves. Muchas eran tan fáciles que quien mejor podía responder sería un maestro que había explicado quinto curso. Casi me indigné; después de tanto estudiar, aquella faena medio infantil.

Al volver a casa sólo recordaba los ítems a los que había respondido mal. Esperaremos.

Alegría grande cuando me enteré de que mi calificación era 6,7. Ya no quedaba eliminado. El segundo examen consistió en desarrollar por escrito un tema: "La enseñanza de la literatura". Ahí eché el resto; lo hice francamente bien. Sin embargo, la nota no subió de 6,9. Siempre estaba entre los cinco primeros, pues la máxima nunca fue mayor de 7,1.

Mariví, la estudiante de Larmera, me informaba por teléfono de cómo iban las cosas. Ella me indicaría el día y hora del último examen, el oral. Este, a todos amedrentaba. A mí me preocupaba menos que los anteriores; esperaba salir airoso. Había llegado el mes de abril. Antes de que me llamaran entré en la sala a presenciar las disertaciones de compañeros. Escuché algunas francamente buenas. Otros, demostraban muy poca soltura, y aunque dominaban el tema, hacían pausas titubeantes por espacio de un minuto que parecía una eternidad.

El tema que me tocó en suerte fue: "La vida afectiva del niño". Pude escribir un guión que me sirvió de apoyo. Disponía de treinta minutos para exponerlo. Se comentaba que por muy bien que uno lo expusiera, si no cubría al menos un cuarto de hora, quedaba eliminado. Coloqué el reloj sobre la mesa, y con voz pausa, con entonación normal, sin interrumpirme, hablé durante veintinueve minutos. Al finalizar, confié que había superado la oposición. Los resultados lo demostraron.

El horizonte del porvenir profesional se despejó. Angelines se hallaba en Madrid terminando la carrera, y se alegró mucho del éxito.

En contadas ocasiones podía hablarle por teléfono. ¡Si hubiera tenido a mi disposición las actuales cabinas interurbanas...! El amor aumentaba, a pesar de no vernos con frecuencia, nos queríamos cada vez más. Tres veces nos encontramos en tres pórticos de iglesia. En alguna ocasión viajamos a lugares en que la gente no nos pudiera conocer, y siempre en sitios distintos, y con el temor de que alguien nos descubriera. ¡Qué lío!

Publico en pequeñas entregas la verdadera historia de mi vida de cristiano, sacerdote, padre y abuelo. Por razones obvias son supuestos los nombres geográficos de mis lugares de adulto. A muchos puede interesar.

José María Lorenzo Amelibia 

Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com              Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/  Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3 Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

Volver arriba