Para todos, incluidos los obispos LXXIII PLENITUD POR EL AMOR, un seguro para casarse

 La vida de un cristiano, sacerdote, padre y abuelo

 Testimonio humano - espiritual de un sacerdote casado.

Autobiografía.

LXXIII PLENITUD POR EL AMOR, un seguro para casarse

UN NOVIAZGO clandestino hubimos de llevar. Honesta es la preparación al matrimonio, pero en mis circunstancias había que evitar el escándalo; a fin de cuentas, permanecía yo dentro de la institución clerical.

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Amor total

La madre de Angelines se enteró. El primer movimiento debió de ser de asombro y repulsa. Consultó, y afortunadamente no la acongojaron. Viendo nuestras dificultades, nos ofreció la casa para que en ella pudiéramos entrevistarnos. Agradecí mucho este detalle. El curso 68 - 69, actuó como profesora en el colegio Alemán de San Sebastián. Pocas veces logramos entrevistarnos en esa ciudad. La primera, el día de mi santo. Quisimos hacer una excursión con su madre. Ascendimos por la mañana a San Miguel de Aralar. Pude por primera vez celebrar misa con Angelines y darle la comunión.

- ¡Señor, que siempre estemos junto a ti!

Después de una de mis tandas de Ohárriz, lugar cercano a la Ciudad del Cantábrico, habíamos convenido Angelines y yo en reunirnos en una zona de Anoeta al atardecer. Mi espera fue paciente: casi cuatro horas metido en el coche, y mi amor no aparecía. No podía dirigirme a su residencia a buscarla, por no levantar sospechas entre las monjas que me conocían. Había entrado en el colegio por mi mediación.

Con el corazón encogido, marché hasta mi casa, distante a más de cien kilómetros. ¿Qué había ocurrido? Un despiste. No se había enterado de la hora. Pasó por allí algunas horas antes con su pelo arreglado de peluquería. Decididamente había que explotar al máximo la relación epistolar. A través de ella profundizamos en nuestra sicología. Conocíamos nuestras almas mejor que cualquier pareja con relaciones normales.

Como suponíamos, nuestro amor evolucionó de manera normal. Hasta que no llegue el deseo de unión total, no se ha madurado para el matrimonio. Lo peor es que esta etapa suele llegar mucho antes de la fecha del matrimonio. La única solución de la moral cristiana es aguantar.

El día que compré el Seat 600, pasé una hora con Angelines paseando por la Media Luna en tarde - noche invernal. Llovía. Mi paraguas, estropeado, se disparaba y me cubría la cabeza. Divertidos aquellos momentos en que el buen humor nos recreaba, a pesar de la noche inclemente.

Hablé confidencialmente con Francisco Morentin, cuando finalizaban las oposiciones. Me comprendió y animó. Después de explicarle mi proceso le digo: - ¿Qué te parece? - Alabo toda decisión honesta de una persona que favorezca la libertad. Me tienes a mi disposición para lo que necesites. - ¿No ves inconvenientes? - Yo ninguno. Desde el momento en que lo has madurado, extraordinario. ¿Cuándo me vas a presentar a la novia? Puesto que lo deseaba, se la presenté en la primera ocasión. Angelines y yo hicimos planes espirituales. Tomamos como costumbre unirnos en breve oración todas las mañanas a las doce en punto. Lo cumplíamos. Llegamos a pensar en serio marchar los dos a misiones, una vez casados. Me alegro ahora de no haber realizado este proyecto, entre otras cosas por lo grande que hubiera sido la decepción al comprobar que a un secularizado no le iban a permitir esta generosidad. A un compañero se lo negaron.

Angelines aprecia el matrimonio total. De una manera especial la unión de corazones en un mismo ideal cristiano. Hubiese rechazado cualquier matrimonio si no lograba encajar en su visión trascendente de la vida. Nunca pensaba cerrase en sí misma. Quería darse a los demás a través de la enseñanza. Habíamos alcanzado si no la plenitud del amor, sí al menos la plenitud por el amor. Resultaba suave la vida profesional. Nos elevábamos a Dios a través del amor. Barruntábamos que maravilla tenía que ser Dios Uno y Trino: tres personas en un solo Dios. Hubiéramos deseado desaparecer el uno en el otro hasta formar un solo ser, conservando la personalidad propia, pero eso Dios solo lo puede.

Con estas ideas espontáneamente mirábamos a las personas con mucho mayor cariño.

Publico en pequeñas entregas la verdadera historia de mi vida de cristiano, sacerdote, padre y abuelo. Por razones obvias son supuestos los nombres geográficos de mis lugares de adulto. A muchos puede interesar.

José María Lorenzo Amelibia 

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