DON JOSÉ MARÍA CONGET ARIZALETA. FINAL DE SU SEMBLANZA

Un obispo que hay que recordar, (DIEZ AÑOS DE SU VIDA)

 

 

DON JOSÉ MARÍA CONGET ARIZALETA


 Recordando: José María Conget Arizaleta, nació en Tauste (Zaragoza) y vivió su niñez y juventud en Pitillas y en el Seminario de Pamplona; fue un hombre y un sacerdote entero, de grandes cualidades humanas. Tardaron mucho en nombrarlo obispo de Jaca, a sus 63 años. Me hubiera gustado haber podido redactar una biografía completa de él; lo intenté, pero tuve graves obstáculos y no lo conseguí. Publico esta breve semblanza de los años en los que tuve más trato con él.

San Juan Estella

SACERDOCIO

 Poco a poco fue pasando el curso. Nosotros cada vez más fervientes, y él cada día con mayor ilusión, porque se avecinaba el momento de acercarse al Altar de Dios, al Dios que alegraría su juventud. Nos enseñaba todos los preparativos: la cinta con que serían atadas sus manos simbólicamente, después de la unción con el santo óleo; el cáliz con que celebraría su primera Misa; los recordatorios, con aquellas bellas fotografías relativas a la Eucaristía que se estilaban por aquellos años. Era el 1951, y aquel joven fervoroso iba a subir las gradas del Altar.

En el recordatorio había grabado una frase de San Pablo en latín: "Yo de muy buena gana me gastaré y desgastaré por vuestras almas". (2 Cor. 12,15) Éste iba a ser el lema de su sacerdocio, y a fe que de verdad. Lo cumplió a lo largo de toda su existencia.

 Cantó su primera Misa en el pueblo donde vivía, Pitillas. No pude asistir a ella, pero sé del acontecimiento en el lugar que se recordó mucho tiempo. Lo mejor viene ahora. Cuando alguna semana más tarde aparecieron en el boletín los nombramientos de los nuevos sacerdotes, a Conget le correspondió coadjutor de la parroquia de San Juan de Estella, con don Miguel Sola. Mayor alegría no podían haberme dado. Aquel líder religioso de primera magnitud iba a estrenar su sacerdocio en mi ciudad, en mi misma iglesia. Para mí fue como si me hubiera tocado el gordo de la lotería, como un mimo, como u regalo de Dios; y lo mismo para mis compañeros de tierra Estella.

COADJUTOR DE SAN JUAN DE ESTELLA

 Tenía yo un buen ambiente en el Seminario y en las vacaciones aún mejor. ¡Cuánto agradecí a Dios aquello y qué regalo! En Estella, en el mes de agosto de aquellas vacaciones del 51 entró en la parroquia. Se presentó en la Misa de 12. A aquella hora iba normalmente la gente que no solía comulgar. Todavía no había llegado la permisión de Pío XII por la que se podía recibir al Señor con tan solo tres horas de ayuno; por eso en aquella misa de doce ni siquiera se distribuía el pan eucarístico. Pues bien, allí debutó. Fue su primer sermón como todos los demás; al estilo de las pláticas que nos dirigía a los seminaristas. Lleno de entusiasmo, de unción, de celo devorador.  Y  en aquellas misas, llena la iglesia hasta la puerta, la mayor parte de la gente de pie, allí nuestro sacerdote predicó en lo sucesivo. Todo el mundo en profundo silencio, no se escuchaba más que un susurro de fondo del celebrante que pronuncia la Misa; el sonido de la campanilla anunciaba la consagración, y entonces todos se arrodillaban y dejaba de hablar el sacerdote, para continuar breves minutos hasta el momento de la comunión. Salía la gente encendida; solo se comentaba el sermón del nuevo cura.

 Conget no predicaba como los muy ilustres señores de campanillas. Lo hacía con firmeza, sin retóricas, pero sin ninguna vulgaridad. Decía de sí mismo que el pensamiento siempre le iba por delante de la palabra. Por eso peroraba de prisa, pero con una emisión de voz del todo nítida. Todo el mundo le entendía y nadie se distraía. Su rostro era como espejo donde se reflejaban los ojos de los oyentes. Había una total intercomunicación con los fieles sin que fuera necesario el diálogo. Muchos de aquellos domingueros comenzaron a cambiar. Muchos, gracias a esta lluvia de gracia entraron en contacto con el Centro Parroquial y con los distintos grupos de apostolado dirigidos por él y por otros compañeros en el sacerdocio.

             Pastoreaba aquel templo en función de párroco Don Miguel Sola. Buen dúo entre ambos sacerdotes, pero tampoco eran nulos los otros coadjutores. Supo rodearse Don Miguel Sola de buenos colaboradores, y también aprovechó la influencia de los sacerdotes ancianos anteriores a su venida. Entre todos hago mención especial, además de don José María Conget, que en el ardor de su juventud era para Estella como un huracán de celo apostólico, otro, muy distinto, el anciano D. Alejandro Zuza, el gran predicador de la Virgen María que a todos nos subyugaba; era también el cura de los niños. Supo imbuirnos el amor a nuestra Madre del Cielo y el amor a la Eucaristía.

El Puy

            Los grupos parroquiales de San Juan Bautista llegaron a tomar fama gracias a aquella pastoral guiada por nuestro párroco y por Conget y todo el equipo maravilloso de coadjutores, que eran seis: HOAC, JOC y Acción Católica en todas las ramas, acción pastoral juvenil, grupos de catequistas, conferencia de San Vicente de Paúl, ropero parroquial, auroros, orfeón, oratorio festivo y otras muchas asociaciones católicas estaban organizadas y funcionaban debidamente.  

            Sí; era la de San Juan Bautista de Estella verdadera parroquia piloto en Navarra: el fervor religioso y la organización pastoral perfecta hacían de ella espejo donde se reflejaba el buen hacer del fervor católico. El equipo de coadjutores jóvenes llenos de entusiasmo llenaba al pueblo de admiración. Reflejaban ellos el cenit de formación sacerdotal a que había llegado el Seminario de Pamplona. La catequesis, la música, los grupos diversos de Acción Católica y un largo etcétera estaban funcionando a la perfección en aquel reducto sagrado.

Nos Reuníamos Junto A Conget

             Los compañeros de curso en aquel primer verano y los siguientes que duró nuestra carrera, nos reuníamos junto a nuestro Maestro del espíritu en la residencia de ancianos de San Jerónimo, junto a la cual tenía él su domicilio.  Vivía allí con su madre y con su hermana. Formábamos tertulias agradables junto a él. Siempre el tema espiritual o de apostolado llenaba el centro de nuestra conversación. Y allí estaba, rodeado de viejos, en el Asilo de San Jerónimo. Maravilloso contraste con una juventud volcánica de celo sacerdotal. Mis compañeros tenían menos suerte que yo: se habían de resignar a esporádicas visitas. Yo "abusaba" un poco más. Acudía varias veces durante el período estival a escucharle, porque yo hablaba poco, él llenaba el mayor tiempo de la conversación. Para eso iba. Salía de allí siempre echando ascuas de celo por la salvación de las almas. Y regresaba también otras muchas veces con una gran paz interior, porque sabiamente me orientaba en mis dudas e inquietudes.

            Creo que nunca le penó a Don José María Conget el tiempo que gastó conmigo y con otros muchos. Se dio cuenta de que no fue tiempo baldío.

Su Trabajo Pastoral En Estella

             Al igual que su párroco Don Miguel Sola, el coadjutor Conget no paraba. Se movía mucho, siempre con rostro decidido y amable. Pero sacaba tiempo para todo; también para orar, por supuesto. Yo lo veía con devoción delante del Santísimo Sacramento. Lo que enseñaba, cumplía. Su caminar, siempre ligero; su mirada, adelante. A todos contagiaba su fervor.

             Él dirigía varios equipos de juventud; él ayudaba y alentaba para que los jóvenes de Acción Católica practicaran el apostolado. En las fiestas de la Ciudad colaboraba indirectamente. Se fundó la Peña Urbasa que pretendía vivir aquellos días de solaz con alegría sana. En varias parroquias de la provincia se trabajaba pastoralmente en este sentido.

             Tomaba don José María Conget parte muy activa en la organización de la catequesis parroquial; preparaba a las catequistas y supervisaba todo aquel lugar donde se reunían más de quinientos niños y niñas todos los días para recibir el mensaje del Evangelio.

Donde estaba Conget fluía la vida, la simpatía y la efectividad; lo mismo en los equipos de HOAC, JOC, Acción Católica de todas las ramas, que en la novenica del Niño, enfermos y asilo de ancianos. De tal manera trabajó y asimiló el buen hacer del insigne párroco Don Miguel Sola, que años más tarde fue promovido a director, dentro del organigrama de la Conferencia Episcopal, de la Juventud Nacional de Estudiantes de Acción Católica.

Casa de Ejercicios

            Colaboró muy activamente con Don Miguel Sola a resolver aquel tremendo problema de enseñanza primaria y media, cuando hubieron de abandonar los frailes Escolapios la Ciudad de Estella por cuestiones internas del propio Instituto Religioso. Fue necesaria la creación del Colegio Diocesano, que provisionalmente funcionó en el Centro Parroquial y posteriormente cuajó en un gran edificio en la subida del Puy. Junto a él, meses más tarde se edificó una escuela de formación profesional. Ambas entidades siguen en el día de hoy en plena actividad. Alma de todo aquel movimiento fueron tanto el párroco como Conget. También hubo otras personas que prestaron importante colaboración.

             Su interés por el bien espiritual del pueblo era total. Le consumía el celo de la casa del Señor. Una tarde, durante las fiestas de Estella subíamos al santuario del Puy un grupo de seminaristas con varios sacerdotes. Desde la altura de la colina se oían gritos, ruido de bombos; aquello parecía arder en animación mundana. Desde la atalaya se quedó mirando la Ciudad Don José María Conget y dijo estas palabras que, dado el ambiente que reinaba en aquel entonces dentro de hombres de espíritu, se pueden entender: "Si hubiera ahora dos o tres muertes repentinas, pronto dejarían todos de ofender a Dios".  Con los años sé que se dulcificó su celo por las cosas del Señor. Su fe era total; su deseo de la gloria de Dios era absoluto. Dentro de este contexto y del ambiente de entonces puede entenderse esta frase. A fin de cuentas, ¿no está dentro de la revelación, en el libro de "Los Hechos de los Apóstoles" el caso de Ananías y Safira? (He. 5, 3 -5). Murieron los dos cuando mintieron delante del Apóstol Pedro.

Buen Director Espiritual

             Pasaba todos los días varias horas en el confesonario. Era éste un apostolado muy practicado entre los curas celosos. Sabía recibir con gran misericordia las miserias humanas, y la gente salía del todo confortada del tribunal de la penitencia. Y fueron los jóvenes, chicos y chicas, quienes acudían a él en gran número, para orientar sus vidas. No se contentaban con la acusación de sus pecados, también se encaminaban por los senderos de la vida interior, y en este sentido, don José María Conget era verdadero maestro.

             Yo siempre me confesaba con él durante los períodos que pasaba en Estella; me recibía con afecto sereno en todas las ocasiones. Así era con todos. Él tan enérgico en la predicación, cuando estaba sentado en el tribunal de la penitencia parecía un San Francisco de Sales en joven. Jamás se impacientaba. Un día llegó a aquel confesonario, próximo al altar de San Francisco Javier, con un catarro nasal de campeonato. Se le había olvidado el pañuelo. Cuando salió de allí me lo cuenta así: "No he tenido otro remedio que sacar el borde de la camisa entre la sotana..." Y se reía.

Era un poco como el director espiritual de moda, pero eso no quiere decir que fuese blando y poco exigente. Al contrario.  Conget me dejaba libros de espiritualidad. En aquellas vacaciones largas me prestó la Historia de Cristo de Papini, precisamente en la tarde de Noche Buena. Lo fui leyendo con calma al calorcillo del hogar y con alma esponjada de gozo. Aquel año, y los siguientes, después de la Misa de Gallo, los dos curas jóvenes, Don José Mª Conget junto y Don José Cruz San Juan organizaban una fiesta de Acción Católica llena de alegría: guitarra, canciones, chistes, juventud y vida hasta las dos y media de la mañana. Dormir y... la campana repica a Misa Mayor. Allí no faltaban ni curas, ni seminaristas, ni nadie que la noche anterior había estado en la fiesta de la alegría.

San Miguel de Pamplona

             Me quedo admirado de los niños que acuden a la novenica; emociona escuchar el rezo de quinientas o más voces finas y delicadas. Salen después envueltos en sus abriguitos; algunos con bufandas tan grandes que amagan acariciar el suelo. Cantando villancicos se despiden hasta el día siguiente. "En Belén tocan a fuego; desde aquí se ven las llamas..." Yo pensaba en mi futuro no lejano. También he de procurar que los mozos y los niños vivan en gracia de Dios. Aquellos sacerdotes sabían hacerlo.

             Nunca vi enfadado a don José María, ni siquiera con los críos del catecismo. A lo sumo se ponía serio y mostraba energía al pronunciarse. Se barruntaba en Conget un temperamento colérico, pero muy controlado. Cuando nos quejábamos de un sacerdote de la parroquia por el mal genio que tenía, se limitaba a decir: "Eso es defecto de formación".

             Conget nos visitaba con frecuencia en el seminario. Algunas veces nos hablaba a los del curso de sus actividades parroquiales. Nosotros le escuchábamos con embeleso. Estábamos deseando que volviera, porque exponía de tal manera su acción pastoral, que nos parecía todo de lo más sencillo y agradable. Luego nos dimos cuenta de que no es tan fácil. Para hacerlo con tal gozo y fruto en las almas, es necesario vivir muy unido a Dios por la oración.

             Cuando me ordené de diácono me ofreció algo que me llenó de alegría: exponer todos los días el Santísimo en las monjas del Servicio Doméstico. Para mí esto ya era un gran premio. Pensaba lo mismo que él cuando le tocó esta dicha: "Abres la puerta del Sagrario y te encuentras frente a frente con Cristo". Pero además de este regalo me entregó un libro de espiritualidad. Sabía ser generoso. Pocos meses más tarde me acompañó en mi primera Misa, predicando en ella. Fue su sermón como de un enamorado del sacerdocio. Así vivió siempre en la Ciudad del Ega: enamorado de su sacerdocio.

Mis Últimos Contactos

             Aquí propiamente daría fin la semblanza que de este hombre de Dios he redactado. Después, por desgracia para mí, por imposición de la geografía, nos fuimos separando; yo había de atender otras parcelas de la viña del Señor. Oía de él comentarios siempre positivos; algunas veces acontecía un encuentro casual; poco puedo decir, fuera de lo común que todo el mundo sabe. Fue elegido para Director de la casa de Ejercicios Espirituales de Estella. Él la estrenó. Los carteles anunciaban continuamente tandas dirigidas por Conget y sobre todo los chicos y las chicas llegaban a aquel lugar contentos y felices; salían encantados de la experiencia cristiana, y de la transformación que se había obrado en ellos. Sé que disfrutó mucho en este ministerio, porque palpaba como más cercana la gracia de Dios.

             Con carácter siempre innovador, siempre inquieto, ideó una actividad pastoral, que se hizo famosa en toda España, "Los Coloquios". Nunca pude asistir a estas reuniones, pero el comentario que se hacía de ellos era extraordinario; muy a propósito para la juventud; calaban profundamente.

Lo llamaron a Madrid para que dirigiera una rama de juventud de Acción Católica a nivel nacional. Volvió años más tarde a la diócesis para ser párroco de San Fermín y de San Miguel, así como delegado del clero en Pamplona. Don Miguel Sola, con una frase muy gráfica me decía cómo desempeñaba el cargo: "Lleva la parroquia de San Miguel con un dedo". Y aquella parroquia fue pionera en Navarra; lo mismo que la de Estella en otros tiempos.

             Después lo hicieron obispo de Jaca. Era ya mayor: sesenta y tres años. Pienso que tardaron demasiado en este nombramiento. Si hubiera llegado al episcopado veinte años antes, su influjo se hubiera notado en España.

             Cuando le faltaban unos meses para jubilarse, a los 75 años sin cumplir, Dios le llamó. Fue un cáncer rápido el que le atacó en el verano del 2001. Había predicado la novena de la Gracia de San Francisco Javier en el mes de marzo. Nadie hubiera dicho entonces, cuando iba a comenzar la primavera, que en el otoño caería en el surco como las hojas del árbol. Su muerte, ejemplar, como su vida. Dos obispos navarros, Javier Osés y él, puerta con puerta en la clínica, entregaron su alma al Señor con tan solo dos días de diferencia. El 18 de octubre llamó el Señor a Conget. Que él nos bendiga desde el Cielo. Fue buen sacerdote, buen obispo, una persona buena.

José María Lorenzo Amelibia                                         Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com              Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/  Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari  Lorenzo Amelibia                                                                                   Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

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