"EL MEJOR AÑO DE MI VIDA"
Enfermos y Debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
"EL MEJOR AÑO DE MI VIDA"
Todos pensaríamos al oír esta frase que se trata del año de la boda, del fin de carrera o del primer trabajo largamente soñado. A nadie se le ocurriría pensar que una chica de veintisiete años hable como del mejor año de su vida aquel en que fue sometida a dos graves intervenciones quirúrgicas muy arriesgadas para extirpar un tumor maligno.
Y Carola - nuestra protagonista - decía después de una década: "Ahora descubro que aquel fue el mejor año de mi vida, y doy gracias a Dios por tan dura experiencia". Me doy cuenta de que en los momentos más difíciles el Señor está a nuestro lado, aunque no siempre queramos enterarnos".
Carola, a partir de aquellos sucesos providenciales renovó en su alma el fervor perdido en la primera juventud.
Mi propia experiencia es similar a la de nuestra amiga. Yo era mayor. Estaba a punto de comenzar la tercera edad y hube de someterme a una operación no muy grave. La cosa se complicó, y lo que parecía se iba a solucionar en dos meses, se prolongó durante casi un año. Aquella larga época también fue para mí una de las más felices de mi vida. Me di cuenta de que estamos en las manos del Señor. Ya lo sabía, pero no lo había experimentado todavía. Dios me envió gracias abundantes en aquellos largos meses por medio de la lectura reposada de un grueso tomo de Ejercicios Espirituales ignacianos. Sobre todo perdí el temor angustioso a la muerte que antes me dominaba, y gocé con aquella oración del final de la letanía de los santos: "Oh Dios en quien vivimos, nos movemos y existimos..." Me di más cuenta de que Dios es Padre; nos purifica con el dolor, pero "no permite que seamos tentados por encima e nuestra fuerzas".
Es cierto que de nada nos sirven las teorías. El dolor nos deja sin palabras, y nuestra tendencia natural es huir de la cruz. Pero Jesús nos invita a tomarla y a levantar los ojos hacia Él. Después, la enfermedad y la cruz aceptadas, cambian nuestra escala de valores y nos elevan y abren a una existencia más plena.
"Bendita penitencia que me ha merecido tanto gloria" - decía San Pedro de Alcántara cuando el Señor le iba a llamar. Eso mismo decimos los creyentes cuando echamos la vista atrás y comprobamos cuánto nos ha purificado el dolor. Tal vez necesites ahora ir a una iglesia o entrar en lo íntimo de tu corazón donde habita el Señor y decirle al Dulce Huésped del alma tu agradecimiento por sufrimientos anteriores, porque el Señor suele hacernos más felices precisamente en el momento en que no buscamos los placeres del mundo. Así lo hemos experimentado muchas veces.
José María Lorenzo Amelibia Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/ Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari Lorenzo Amelibia Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2