Mediadores

Llegamos a ser por el sacerdocio, mediadores entre Dios y los hombres; muy amados del Señor; llamados a hacer brillar en el mundo el fuego de la gracia divina.


Cristo nos hizo partícipes de su grandeza y de su poder; nada en lo humano, pero sí en lo sobrenatural. Sólo exigía nuestra fidelidad para entregarse del todo a nosotros. Y quienes esto leen, compañeros amigos, nunca renunciaron a su sacerdocio para poder contraer matrimonio. Exigieron la renuncia nuestros dirigentes eclesiales. Pero el sacerdocio nos lo dio el Señor y Él nunca se vuelve atrás. Exigieron algo que no podían exigir de por vida. No lo consideramos equitativo.

Vamos a continuar cada uno desde nuestro puesto viviendo nuestro sacerdocio más a tope. Vamos a darnos cuenta de que Cristo nos quiere ante todo para que estemos con El; y después para enviarnos a predicar. Las dos cosas deben ir unidas.

Y eso de “predicar” no lo vamos a hacer de la manera tradicional. Si vivimos a tope lo de estar con Él, nuestra vida de testimonio, entrega al prójimo van a ir selladas con esa unción y convicción que son las que calan a la larga y abren las almas a la trascendencia.

Yo siempre quiero mirar en el sacerdote al hombre de Dios. Al que tiene en su boca y en su corazón y en sus manos al mismo Dios. Ojalá nos miremos a nosotros mismos con la misma veneración y fe que en los días de nuestra ordenación.

José María Lorenzo Amelibia
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