* Elorrio (Vizcaya) 1827 + Vietnam 1 noviembre 1861 Memoria 4 julio
Era Valentín, hijo de un carpintero. El padre sufrió quebrantos económicos y cuando Valentín deseaba ingresar en el seminario, hubo de aguardar tres años. Hasta los dieciocho no comenzó su carrera eclesiástica en Logroño, ya que Vizcaya pertenecía al obispado de Calahorra en aquel tiempo. Su aplicación era extraordinaria, el número uno. Dotado de una gran simpatía, piadoso, devota de la Virgen María y de la Eucaristía, mortificado, y de radiante caridad hacia sus compañeros, sobre todo hacia los enfermos. Era un buen pelotari y danzaba muy bien los bailes vascos. De temperamento alegre. Cuando fue ordenado sacerdote secular, nos cuentan que bailó después un aurresku junto a otro compañero. Cuantos coincidieron con él en el seminario de Logroño lo señalaban como un joven de oración, mortificado, y sobre todo con un corazón ardiente de caridad.
Su apostolado en la capital riojana fue fecundo, sobre todo en la predicación y en el confesonario, sobre todo con los obreros. Le llueven ofertas de curatos agradables, pero no van por ahí sus intereses. Se entusiasmaba con los relatos que llegaban de misiones y se decidió a ingresar en los dominicos de Ocaña. Cuando renuncia a todo pronuncia estas palabras: "Voy a hacerme santo, para que Vizcaya tenga uno". Con estos deseos recibió el hábito de Santo Domingo.
En una carta a su madre escribía: "Me alegro mucho porque si ofrece de grado a su hijo, poniendo por mediadora a la Virgen María, me parece para usted la mejor obra entre todas..., pero si Dios me quiere aquí, ¿para qué me quieren ustedes, padres míos, en medio del mundo? ¿No es cierto que me dieron el ser para Él?
MISIONERO EN VIETNAM
A los veintinueve años, junto a otros siete compañeros, marcha a la misión de Tonkín (Vietnam). Y decía en una carta a sus padres: "Muchos padres envían a sus hijos a las Indias en busca de oro y plata. Su hijo también va a las Indias, pero no en busca de oro y plata, sino a conquistar el Cielo para sí y para los demás".
Llegó a Manila en 1856. Allí aprendió la lengua vietnamita. Cuando entró en su nueva tierra, se había desatado una feroz persecución contra los cristianos por parte del reyezuelo Tu Duc. Se proponía no dejar ni rastro del cristianismo. Ya había sido decapitado el vicario apostólico. Y escribía así: "En los quince meses que cuento en la misión, aún no he visto un día sereno. Todos han sido de tempestad y de ira, de calamidad y miseria".
Su predecesor, el obispo Sampedro (ver más adelante su reseña) sabe que es buscado con ahínco y que puede caer en cualquier momento en manos de sus perseguidores, por eso quiere nombrar un sucesor suyo, un obispo auxiliar: Berriochoa será el elegido. El rito de consagración se realizó a puerta cerrada. Era el 28 de junio de 1858; contaba 31 años. Dos semanas después su obispo consagrante era capturado y martirizado cruelmente.
Escribía a su madre: "¿Piensa usted que por ser obispo andamos en coche? ¡Descalzos hacemos nuestros viajes, de barrizal en barrizal y a la oscuridad de la noche! Con todo vivimos alegres... Hace año y medio que estoy en la misma casa y este hermoso palacio tiene tejado de paja, pared de adobes, puertas de caña, cartones... No tiene más que un piso y este es de tierra. En este gran palacio vivo mejor que la reina en el suyo".
Y poco pudo gozar en aquel hermoso reino. Hubo de iniciar una vida nómada para evitar ser detenido. Y fue descubierto por la traición de uno de los suyos. Cargado de cadenas junto con otros compañeros, fue escoltado por más de trescientos soldados. Poco duró el juicio. Les ofrecieron una cruz para que la pisara. Todos se negaron a dar un solo paso hasta que la cruz fue retirada. El día del suplicio acudió mucha gente. A los tres inculpados los colocaron en sendas jaulas rodeadas de soldados. En una de ellas iba el obispo Jerónimo Hermosilla, en otra el novicio Amaltó y por fin Berriochoa. Se encomendaron a Dios y fueron decapitados de forma muy cruel. Así llegó al Cielo el primer santo de Vizcaya. Las juntas generales de esta provincia, reunidas junto al árbol de Guernica pidieron fuera trasladado el cuerpo Valentín a la parroquia de Elorrio e iniciaron el proceso de beatificación. Fue canonizado por Juan Pablo II el día 19 de junio de 1988. Fue nombrado segundo patrón de Vizcaya. SAN IGNACIO CLEMENTE DELGADO y SAN JERÓNIMO HERMOSILLA TAMBIÉN OBISPOS DOMINICOS Y MÁRTIRES DE VIETNAM, canonizados en el mismo día.
José María Lorenzo Amelibia
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