Recuerdos de un secularizado


En la facultad de Teología


Las vacaciones han terminado, con una paz profunda y serena que estoy adquiriendo poco a poco. Es la mano de Dios que me quiere conducir al sacerdocio. Veo en las crisis de Filosofía la Providencia que escribe derecho con líneas torcidas. ¡Qué bueno es Dios!. Cantaré por siempre las misericordias del Señor. Mi ilusión ha sido darme al Señor, inmolar mi corazón y amar a Dios y su gloria: trabajo difícil que por mis propias fuerzas no puedo; pero del Señor todo lo confío.

¡Teología! Por fin ha llegado. Y la ilusión más sana ha invadido mi alma. Entraba en el Seminario con alegría grande. Voy junto a mis amigos y compañeros de Estella, Miguel Ángel Pérez de Zabalza y Fidel Armañanzas. Estos corredores han de oír mis últimos pasos por el Seminario. Por ellos marcharé feliz en los días de las órdenes menores, del subdiaconado, diaconado y del sacerdocio. Por ellos derramaré plegarias y actos de amor; en ellos trazaré planes de entusiasmo para mi sacerdocio.
Veo la campana diminuta de sonido argentino: me despertará todos los días en la última etapa del Seminario; el cuarto de Don José María Pérez Lerendegui… le digo que estoy contento en Teología: poco a poco voy acercándome al sacerdocio. Y llego a mi habitación, en el tercer piso; mañana veré salir el sol.

En el rosario miro al Sagrario con amor. Pasan lista en la capilla: “adsum”, respondo al Señor cuando llega mi nombre: aquí estoy en el último paso para el sacerdocio. ¡Qué bueno es Dios conmigo! Parece ayer cuando entraba en el Seminario con aquella chaqueta verde jaspeada, con lágrimas furtivas al verme lejos del hogar. Hoy hubiera llorado de emoción. Por fin soy teólogo; visto mi fajín negro. He comprado el birrete para las funciones litúrgicas; me sienta bien. Las luces se apagan. Mañana, día primero.

Ahora afianzar una vida totalmente entregada a Él, sin cortapisas ni medias tintas. Vida llena y más feliz que nadie, pero yo no voy al sacerdocio para ser feliz en esta vida. Dar gloria a Dios salvando almas. Este es el fin que intento. El Señor me dará la fidelidad de sacrificio.

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