Rufo González en Religión Digital Mesa Redonda: Retos para los creyentes en el mundo presente
Por la tarde, cuatro ponentes (la teóloga costarricense Silvia Regina, Mario Mullo, de la Federación de Curas casados de Latinamérica, y los teólogos españoles Fernando Bermúdez y Felix Barrena) desgranaron los diversos retos que tenemos hoy los creyentes. A nivel político, religioso, ecológico, respecto al sexo, al género y a la mujer, a la solidaridad universal... Me impresionó la insistencia en el cambio, en el trabajo por los Derechos Humanos, en la ética universal, en el macroecumenismo, en la conciencia crítica, en el apoyo a la reforma del Papa Francisco...
Uno de los retos afectaba directamente a los presentes
Su verdad y concreción arrancaron un aplausounánime: pedir hoy a la Iglesia, a quienes presiden (Papa, obispos, presbíteros...) que pidan públicamente perdón por el trato a los curas casados. No es digna del Evangelio ni del Espíritu de Jesús la conducta eclesial con ellos y sus familias. Ellos, sus esposas e hijos, han sido "fusilados" en la Iglesia. A partir de negarse a vivir en celibato, les han borrado del mapa eclesial. En el rescripto de "reducción al estado laical" (¡vaya nomenclatura más evangélica!) les prohiben hasta "leer la epístola" (permitido a todo cristiano). El ponente lamentaba que a él le negaron cualquier actividad en la diócesis y en la parroquia: catequesis, dirigir el coro, tocar el órgano en el templo... Proscritos, despreciados, mal vistos, desamparados... La Iglesia debe pedir públicamente perdón por tanta injusticia con quienes han dedicado mucha vida a su servicio. Empiecen a ejercer la misericordia, los derechos humanos, el reconocimiento digno a sus familias...
Siguen atentando contra derechos humanos (traslados forzosos, trabajo...)
Leo un rescripto de dispensa de 1974 y otro de 2001. Constato que todo sigue poco más o menos:
Pena de destierro ("ha de ausentarse de los lugares en los que sea conocido su estado sacerdotal"). Prohibido "participar en cualquier celebración litúrgica ante el pueblo, que conozca su condición; nunca puede predicar la homilía, ni desempeñar la función de lector, de monaguillo, ni distribuir la sagrada Comunión". Prohibido enseñar religión y teología en centros eclesiales, ser cargo directivo, profesor de asignaturas "íntimamente ligadas a asignaturas teológicas". Y para remate, "reducidos al estado laical", no pueden casarse con la misma dignidad que los laicos:
"cuide el Ordinario que se celebre sin pompa, ni aparato, y delante de un sacerdote (bien probado) de confianza para el obispo, sin testigos, o si fuera necesario, con dos testigos, cuya acta se conserve en el archivo secreto de la Curia".
Es de risa, por no llorar: "sin pompa ni aparato" (¿será sin música, flores, cantos...?). Quienes tantos matrimonios presidieron, ahora no pueden celebrar su boda cristiana con alegría y fiesta... No puede presidir cualquier compañero, tiene que ser "bien probado" (¿en matrimonio, teología, liturgia?), "de confianza del obispo" (¿hay sacerdotes ejerciendo que no gozan de confianza, o se necesita una confianza "especial", para atender a alguien peligroso? No acabo de entender: "Sin testigos, o si fuera necesario, con dos testigos, cuya acta se conserve en el archivo secreto de la Curia". Me sobrepasa: un sacerdote, dispensado del celibato, no conviene que tenga testigos de su boda, y si es necesario que consten en un acta que "se conserve en el archivo secreto de la Curia". Será peligroso y nadie debe ver sus firmas e identidades (¡!). Para más inri: la claúsula 7 dice: "Téngase por norma que estas dispensas no se divulguen o se consignen por escrito sino después de pasado algún tiempo desde la notificación de la pérdida del estado clerical". ¿Por qué no "divulgarlas ni escribirlas"? "Cuidado con la levadura de los fariseos" (Lc 12, 1), nos advierte Jesús, que los conocía bien.