Saber escuchar

 Enfermos y Debilidad

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(Bolg Iagdb)

            Fue muy comentado por los años noventa el caso de una señora de Madrid: pagaba a un taxista que la paseaba por la ciudad para hablar durante media hora con alguien. Necesitaba ser escuchada. Todos precisamos que alguien preste atención a cuanto nos sucede, bueno o malo.  Pero cuando hemos sufrido un trauma psicológico, disgusto o mala noticia, entonces nos da la impresión de que, si no nos desahogamos con alguien, reventamos.

En Francia, Inglaterra, Estados Unidos existen instituciones que ofrecen gratuitamente este desahogo a personas que viven en soledad. Cada día es mayor el número de familias unicelulares. Muchas de estas personas disfrutan de sus núcleos de amistad y tienen cubierta esta necesidad básica de la comunicación de las propias ideas, sentimientos o sucesos. Pero a otras muchas se les hace imposible esta sencilla exigencia del alma. Recuerdo que en una ocasión me encontraba yo sentado en un banco en Segovia contemplando tranquilo su bella catedral gótica. Al rato se acercó una señora anciana, me saludó y casi de inmediato me contó la serie de problemas y desgracias, que le habían sucedido en los últimos meses. Pienso que ella se sintió a gusto al encontrar interlocutor atento. Pero creo que yo salí más beneficiado que ella misma. Se confirma aquello de que es mejor dar que recibir.

Varios religiosos vizcaínos han creado un servicio pionero para personas que necesitan ser escuchadas. Funciona desde hace más de un año. Desean ellos ayudar a sus semejantes en situaciones de crisis o simplemente que viven solos y necesitan desahogarse. La idea se concibió en una reunión de la Confederación de Religiosos de Vizcaya. Comenzó a desarrollarse en un local cedido por los Agustinos de Bilbao en la calle Iparraguirre. De momento empezaron dos días por semana durante dos horas en cada jornada. Hicieron la conveniente propaganda para difundir la idea y enseguida recolectaron los primeros frutos. “Es muy triste - decía el padre Larru - ver cantidad de gente que no tiene con quién hablar. Muchos viven solos, pero también existe otra soledad distinta y tal vez más dura cuando no son atendidos en su ambiente”.

Se brinda a las personas orientación, ayuda psicológica y sobre todo se las escucha. Esto es lo más importante. La incomunicación es un mal que se ha acentuado en el mundo más desarrollado. Buenas son las ideas que ofrecen este servicio a las personas, pero pienso que todos hemos de estar dispuestos a escuchar a cualquiera sin calificarlo de pelma o de un “palizas”.  Recordar aquello de la “Simple Oración”: “Que no busque tanto el ser comprendido como el comprender, el ser amado como el amar…”

José María Lorenzo Amelibia

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