A través de la lectio divina he llegado a la conclusión de que la verdadera libertad se encuentra cuando uno llega a ser "esclavo" de Dios, cuando uno se contenta con cuanto le va sucediendo en la vida, (aunque luche contra el mal con gran paz interior).
Los santos han sido los más libres en medio de la pobreza. Nunca deseaban poder, dinero o influencia. Por eso se encontraban libres. A ver si nos proponemos tú y yo la verdadera libertad; deshacernos de todos los deseos; dominar los caprichos. Entonces nos encontraremos con la libertad de los hijos de Dios. Me parece que la libertad la sacamos un poco de quicio. O la sacan muchos. ¿Quién piensa en verse libre de la esclavitud del pecado? Nosotros sí, ¿verdad? ¡la liberad de los hijos de Dios! Esa es la de los santos, a la que aspiramos nosotros. Libres de las redes de la propia concupiscencia, del egoísmo, del atractivo del mundo.
Libres para relacionarnos del todo con lo único necesario: Dios. Manifestar nuestra libertad en la obediencia al Señor, aun cuando nos inciten a lo contrario mil solicitaciones exteriores. Dios es nuestra vida. Separados de El, nuestra propia existencia caería en una trampa, en la muerte total. Por eso, vamos a tener siempre en cuenta: Dios lleve nuestra iniciativa. Así llegaremos a triunfar de verdad. Seguirle. Así viviremos en una libertad segura, sin lazos que nos aprisionen. Yo lo veo claro, pero cuando llegan las solicitaciones de las pasiones (soberbia, concupiscencia, etc.) ¡qué difícil es verlo entonces con claridad!
José María Lorenzo Amelibia
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