Es un abuso aniquilar el sacerdocio de los secularizados.

El sacerdocio de los secularizados en la práctica ha sido anulado, como tributo a la permisión de recibir el sacramento del matrimonio. Esto, a nuestro juicio, constituye un abuso de autoridad; una vulneración de la ortopraxis, o sea, obrar al margen de la teología dogmática. Y en la jerarquía de la Iglesia, a lo largo de la historia, se ha vulnerado con frecuencia la ortopraxis. (Recordar como ejemplo la Inquisición)
Millones de personas piensan que pueden seguir la soltería consagrada como norma de vida. “Piensan que pueden seguir”, mas ¿lo pueden en realidad? El “que puede asumirlo, lo asuma” del Evangelio es un presente de indicativo, ahora. Pero hay circunstancias a lo largo de la vida en que muchos “no pueden”. La Iglesia con retraso de varios siglos ha reconocido esto, y concede la dispensa para el matrimonio a los clérigos, pero pregunto: ¿No estaba ya concedida la dispensa por el mismo Cristo? ¿Y por qué anular prácticamente el sacerdocio de tantos que legítimamente lo recibieron?


¿Cómo se ha llegado a la actual legislación celibataria? El hombre es idealista. Por afán de perfección puede marchar más lejos que la voluntad de Jesucristo. Da la impresión de que deseamos ser más cristianos que Cristo. De que el Maestro quiera la virginidad en el mundo como un hecho, se ha creado el estado del actual derecho. No parece correcto. Hemos ido demasiado lejos. ¿Cabe comprometerse de por vida para algo heroico? ¿No será tentar a Dios?

“El que pone la mano en el arado y echa la vista atrás no es digno de mí”, dice el Señor. Parece que el significado de estas palabras no puede referirse a una determinación concreta, sino más bien de seguirle y vivir como cristiano. Pero algún jerarca ha aplicado esta frase de manera incorrecta y poco respetuosa a quienes un día, con dignidad pedimos permiso para salir del clero y contraer matrimonio
Un consejo no se puede imponer, precisamente por su misma definición. Nadie se puede comprometer a practicarlo con obligatoriedad de conciencia. Así me parece a mí. Podrá cada uno esforzase, intentar cumplirlo, mas nunca se le podrá echar en cara el no haberlo conseguido.
Resulta incoherente con el dogma privar del uso de un sacramento por no seguir un consejo. Y esto se hace con el sacramento del Orden: a quien se le “dispensa” de cumplir el consejo de celibato, se le obliga a no usar el sacramento del Orden. ¿Quién puede entender esto en lógica, tan al margen de la dogmática cristiana?
Es necesario fomentar la virginidad como signo del Reino de los Cielos, pero sin imponerla a nadie. Crearla como institución irreversible no parece muy acorde con el sentir de Jesús. El cristiano que se siente con la gracia de lo Alto procurará según sus fuerzas vivir este maravilloso don y ser pionero de la caridad en la dedicación total al amor.

No quiere decir que la Iglesia esté en el error. No es cuestión de verdad o no verdad, sino de praxis, de ortopraxis, de práctica coherente con la fe. Si hoy nadie admite los métodos inquisitoriales como legítimos, probablemente en un futuro próximo tampoco se admitirán los métodos actuales de imponer la virginidad al estamento sacerdotal. ¡Al tiempo!

Me decía un comentarista a un artículo que escribí sobre este mismo tema:
Debería aprovecharse la rica experiencia de los curas casados en su relación real con la familia y el trabajo. Ninguna empresa desperdicia tanto recurso humano como la Iglesia romana en nombre de una restricción artificial y antinatural como el celibato...y después echa la culpa al mundo "por la falta de fe" porque no hay sacerdotes y afirma “dogmáticamente” que esto no tiene que ver con la pederastia ni el abandono del sacerdocio ni ná de ná.

José María Lorenzo Amelibia

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