Leía en Blasco Ibáñez que, en Sevilla, en el siglo XV, el clero catedral era de ciento diecisiete canónigos y tenía sesenta y ocho conventos, con más de cuatro mil frailes y catorce mil clérigos en la diócesis. Comparemos con la actualidad: hoy en Sevilla no llegan a seiscientos sumando lo diocesanos y religiosos.
¿Y Toledo? A fines del siglo quince el clero alto empleaba cincuenta mil obreros en sus tejidos de seda y de lana y sus talleres de armas, y a más los curtidos, los plateros, los guanteros y los joyeros. Al cabo del tiempo, casas de familias ilustres pasaron a poder de los conventos; no había más ricos en la ciudad que los frailes, el arzobispo y la catedral. España estaba tan exangüe al acabar los Austrias. Y yo me digo ahora: ¿No leían despacio estos clérigos el Evangelio? ¿O es que exagera mucho Blasco Ibáñez? Lo cierto que por mal que esté el clero ahora es más evangélico, tiene más trabajo; La pena es que la labor sacerdotal es más de tipo administrativo y de funcionario.
El gran problema, que se necesitan sacerdotes y urge la ordenación de casados, porque esta carencia de pastores de almas lleva consigo
José María Lorenzo Amelibia
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