Hay curas marginados, y eso no puede ser
Gerardo Rusiñol Andrós (1), hombre culto, de él he oído hablar cosas muy buenas de celo sacerdotal. Entregado a su labor pastoral en los puestos que se le han asignado. Al parecer ha habido una mala interpretación, por denuncias de algún feligrés a quien se le ha creído a pie juntillas. Y sin más, se presentaron en el pueblo las autoridades eclesiásticas, "dialogaron" con el cura y lo han jubilado totalmente, "porque había cumplido 65 años." ¡Ahora que tanto obispos como sacerdotes se retiran a los 75!
Y ahí tenemos a Don Gerardo ya "gozando" de su jubilación. Así escrito parece que le han hecho un favor. ¿Puede haber mayor dicha que comer el pan sin el sudor de su frente? Pero, amigos, un cura, un apóstol, un hombre de fe no puede jubilarse nunca. Este es el problema. Y menos en las actuales circunstancias de escasez de clero.
El caso de Don Gerardo no es el único. Se repite una y otra vez. Conozco a bastantes dirigentes eclesiales. A lo largo de la vida nos va tocando intervenir en distintos casos. Puede ser que no carezcan de buena voluntad nuestros jerarcas en cuestión, pero sí he comprobado que no ponen el debido empeño en asuntos semejantes. Se contentan con recabar opinión de varios seglares o curas; no escuchan suficientemente al sacerdote afectado; lo aparcan sine die... y ahí se queda.
Si este artículo lo lee un clérigo bien situado, se indignará. A él le han salido bien las cosas. Con él se han portado bien. Y dirá: ¡Pero qué barbaridades está diciendo este cura! A lo mejor les da por reírse... Menos aún lo aprobará un obispo o vicario o secretario, porque resulta más agradable que les dejen en paz. ¡Tienen tantas cosas que hacer...!
Me decía un dirigente de sindicatos: "No entiendo al clero. Nosotros, en cuanto se acerca alguien con ganas de trabajar por nuestro ideal sindicalista, lo acogemos. En el clero rechazan a cantidad de curas que podrían hacer un papel bueno. ¡Y con la necesidad que tenemos de sacerdotes!"
Hoy más que nunca había que mimar a los presbíteros, precisamente por su carencia.
Pienso que es contra todo derecho divino que, habiendo pueblos que se quedan sin misa el domingo, se impida a algunos sacerdotes celebrarla, y no porque estos clérigos sean indignos, sino porque a algunos fieles no les caen bien sus ideas conservadoras. Denuncian al obispo el asunto, ¡y a cambiar!
En un pueblo, cuyo nombre no quiero decir, sirvió de fulminante para remover a un cura el haber predicado el día de la Virgen del Pilar, patrona de la Guardia Civil, a favor de este cuerpo benemérito.
Ese mismo pueblo había estado algunos años atendido espiritualmente por persona "no sacerdote". Fruto de la atención pastoral insuficiente es que el cura removido había descubierto cosas como ésta: los monaguillos se comían las formas consagradas del copón. A veces las sustituían por otras sin consagrar.
Hay sacerdotes afectados por estas remociones o jubilaciones provocadas que sufren lo indecible. Se cierran después lógicamente en sí mismos. A algunos les he oído frases tan duras como ésta: "Si no me salgo de cura, es porque ya soy viejo; ¿qué voy a hacer?"
Sí. Ya sé que por el terreno espiritual se soluciona todo: "Vete al sagrario; ponte junto a la cruz; más sufrió Cristo".
Pero resulta que a Jesús lo crucificaron "los contrarios"; mientras que a nuestros curas los "crucifican" a veces, , ¡y en el nombre del Señor!, los propios, los suyos. Y en estas circunstancias resulta heroico elevarse. Hace falta virtud a toneladas.
Tal vez no hay malicia en los dirigentes. Será más bien ligereza, ignorancia del corazón humano, comodidad, espíritu de "autoridad", falta de diálogo. Pero son culpables, si después de leer este escrito u otros que imparcialmente se les haya enviado, no ponen remedio. Tengan en cuenta que los sacerdotes afectados tienen su dignidad humana, y rehúsan ir a los pies de su "verdugo" a mendigar clemencia.
Obispos y jerarcas que habláis de justicia y de caridad, sed los primeros en cumplir.
(1) Nombre supuesto, caso real.
Ver página web http://personales.jet.es/mistica