La pereza, mala consejera

Enfermos y debilidad

La pereza, mala consejera

pereza

            La salud corporal nos interesa a todos, creyentes y ateos, ricos y pobres, pero es difícil negarnos ante el deseo de nuestros caprichos alimenticios, aunque sabemos que con el tiempo pueden perjudicar nuestro vigor. Me decía un médico que muchos pacientes le mienten; le aseguran que no fuman y que guardan el régimen; él se sonríe porque se da cuenta enseguida de la mentira reverencial de estos enfermos perezosos. Sabemos que hemos de incluir en nuestra dieta más fruta, más verdura, menos dulces y embutidos, pero a la hora de la verdad ocurre todo lo contrario. Lo mismo sucede con el ejercicio físico: resulta más cómodo tomar el coche que la bici para acudir al trabajo, subir al tercer piso en ascensor que practicar entrenamiento por la escalera; y así abandonamos con facilidad las costumbres sanas. Es preciso armarse de fuerza de voluntad, luchar contra la pereza y decidirse de una vez, por una vida más higiénica.

            Cuando uno es joven le tienta mucho la ira o la lujuria. En la edad de oro, parece que se enseñorea la pereza de nuestras costumbres. Es necesario estar siempre sobre sí mismo para actuar. Y aunque parezca mentira, la indolencia ataca más aún, cuando nos queremos dedicar a la oración: sueño, aburrimiento, cansancio. ¡Señor, Señor, no me extraña que sean pocos los que se dediquen a la verdadera contemplación! Con lo fácil que resulta quedarse pasivo delante del televisor… Y, sobre todo, si hemos caído en alguna falta que nos humille, menos apetece esforzarse para corregirse o pedir perdón. “¿Para qué?” - ­pensamos. ¡Y a seguir la ley del mínimo esfuerzo!

            Pero lo cierto es que hay que seguir luchando y venciendo. Hemos de ser diligentes en el servicio de Dios. Y si muchas veces caemos, siempre hemos de esforzarnos por guardar el equilibrio. En la Biblia vemos que el Pueblo de Israel fue librado cuando más furioso estaba el Faraón en retenerlos. Vamos a confiar en Dios. Él sabe sacar de males, bienes. Y Él es la fuerza de nuestra debilidad. ¿Quién podrá sentir soberbia creyéndose algo? ¡Nada puedo por mí mismo! Y esta realidad acrecienta mi fe y ánimo. Pero a la vez he de procurar vencer la indolencia endémica que suele atacar a los mayores.

 Qué triste se encuentra uno cuando cree que no avanza nada, que el Señor se ha olvidado de él… Pero más triste es dejarse vencer por la pereza y la desgana. Hemos de superar con la gracia de Dios y el esfuerzo personal el estado de apatía; después de la noche viene la aurora…aunque esté nublado también el sol alumbra detrás de la niebla.

  • José María Lorenzo Amelibia                                        
  • Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com
  • Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/
  • Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari  Lorenzo Amelibia  Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2
Volver arriba