También en los pueblos se puede ser santo, como don Germán. El día a día era en el muy provechoso. Escribía muchas cartas y recibía también muchas. Insiste mucho en ellas con expresiones que animan a la santidad. Siempre aparece él como el más pecador; sin embargo nunca hacía concesiones al demonio de la mediocridad.
Con frecuencia les decía a los fieles en la predicación o en la revista parroquial: "El sacerdote está a disposición, en verano desde las cinco de la mañana, y en invierno desde las seis, a no ser que alguien lo necesite antes". Y allí acudían varios a confesarse o a recibir la comunión, si no podían asistir a la Misa.
Programó toda su acción pastoral en el pueblo pequeño, como si se tratara de una gran parroquia.
Recibía numerosas visitas de amigos y conocidos. Era confesor de prestigio; y muchos de fuera acudían a él para poner en paz su alma. Sobre todo gente de Sestao iban en sus coches particulares a lo largo del año. Muchos domingos acudía incluso algún autobús. Y el día de Santiago parecía que todo el pueblo de Sestao llenaba las campas de Apellániz.
Fomentó mucho la devoción a la Virgen. Sobre todo la patrona de Alava, la de Estíbaliz era recibida en el pueblo con calor y entusiasmo.
En la colecta del Domund, aquel pueblo diminuto se colocaba a
la cabeza de todos en generosidad.
Numerosas vocaciones sacerdotales y de almas consagradas salieron de Apellániz en tiempos de Don Germán. La primeras misas las vivía todo el pueblo como algo propio, con alegría y agradecimiento.
Apellániz era una peregrinación continua. Aquel pueblecito era
como una réplica de Ars. Por el lugar pasaba mucha gente. Algunos se quedaban varios días; sacerdotes y seglares de distintas procedencias visitaban de continuo a Don Germán, de tal manera que llegó a ser llamada aquella casa "la internacional". El alma se serenaba allí. Acudían personas de alto rango y gente sencilla a confesarse con él. No obstante estas visitas jamás le apartarían de sus feligreses.
"Todos los que hemos visitado a Don Germán - decía uno - sabemos
cómo se pasan las horas de oración y meditación en aquella iglesia sencilla y pulcra".
Y así ¡durante 17 años!
Era asistido por su hermana hasta que ésta contrajo matrimonio. Después fueron dos señoras de Sestao, hermanas entre sí, Marta y Lucía quienes atendieron a nuestro sacerdote hasta los días de su ancianidad.
José María Lorenzo Amelibia sobre
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