Para ser sacerdote célibe

Conversaba en amistad con un obispo. Hablando del celibato clerical, le dije: “Si se defiende la virginidad como vocación para el sacerdocio, habría que admitir tan solo a aquellos que seguirían siendo célibes, aun cuando no fueran a ser sacerdotes” “Entonces – me replicó el monseñor – yo no hubiera sido sacerdote. Porque me hubiese casado y solo me mantuve célibe para ser sacerdote.


Aquel obispo no tenía vocación, según las legislación actual. Así de claro. Y por otra parte me parece insostenible tener que pagar como precio del sacerdocio el celibato de por vida.

Serían poquísimos quienes continuarían siendo solteros por amor a Reino de los Cielos si no fueran admitidos a la ordenación. Por eso es necesario cambiar esta ley absurda del celibato. Fomentar, sí, el estado de virginidad, pero sin unirlo al sacramento del Orden. Muy bueno que el sacerdote se encuentre libre de las cargas familiares para entregarse del todo al ministerio, pero no el único modo de servir al Pueblo en funciones sacramentales.

El verdaderamente vocacionado a vivir en perpetua castidad, ha de superar con brío y alegría las pruebas de la adolescencia, y con el mismo ardor y alegría, el estímulo del amor conyugal u homosexual. Ha de marchar con facilidad hacia el amor esponsal con Cristo y con una enorme caridad hacia sus hermanos. Si de hecho viven así gozan de vocación de alma liberada para el Reino de los Cielos. Y fijarse que digo “amor conyugal u homosexual”. Porque hoy están excluidos del sacerdocio los homosexuales, aunque dominen su tendencia; en cambio los heterosexuales son admitidos.

Cada cosa en su punto. ¿Sacerdotes vírgenes? Sí, sea cual sea sus tendencia. ¿Sacerdotes casados? También; dentro del matrimonio se necesitan líderes religiosos que, por otra parte, ayuden a sus compañeros desposados con mayor afinidad.

Las tendencias pecaminosas han de estar superadas tanto por quienes prefieren vivir en virginidad, ( sean homosexuales o heterosexuales), como por los casados, que han de permanecer fieles siempre a su esposa.

José María Lorenzo Amelibia
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