La Dirección Provincial de Educación de Asturias ha remitió a todos los centros de enseñanza pública una circular en la que prohíben los rezos u otros actos de culto dentro de los horarios escolares.

La circular determina también que no podrán realizarse actividades religiosas ni en lugares ni en momentos como el comedor escolar, principio o final de las clases ordinarias. La circular se dicta para evitar la trasgresión de la ley orgánica de la ley de libertad religiosa del 5 de julio del 1980. Así ocmenzaba en España la reacción contra la educación religiosa en las escuelas.

Es de sobra conocido que a nadie se le obliga a rezar en la escuela. Cuando allí se practica alguna oración común, los alumnos de otras religiones guardan silencio respetuoso, incluso nada se les exige a los que han optado por la religión católica.

El Sr. Álvarez Aracas, director provincial de educación, viola, a nuestro juicio, la misma ley que intenta defender: impide a los alumnos y profesores la más elemental manifestación de su fe. Manifestación que, por otra parte, ha estado en vigor desde tiempos inmemoriales, salvo en breves temporadas de gobiernos sectarios. ¿Qué es la libertad religiosa sino poder manifestar la fe?

El problema de Oviedo nos obliga a permanecer vigilantes. Puede generalizarse con fariseísmo hipócrita, apoyándose en leyes ambiguas , el abuso de autoridad. Si los cristianos callamos, el mal cundirá. Poco a poco llegarán a introducirse costumbres ateas que se convertirán en leyes prácticas.

¿Solución a todo esto? Unirnos los cristianos para defender el acervo de nuestras tradiciones, de las exigencias de nuestra fe. Somos personas religiosas no solo individualmente, sino colectivamente. Es normal lamentarnos de los males que vienen, pero la postura lógica es poner remedio al mal y para ello actuar en consecuencia.

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Cuando esto transcribo, pasado ya más de un cuarto de siglo, todavía los radicales socialistas insisten en lo mismo. Todavía no han conseguido del todo erradicar de las escuelas crucifijos y oración. Pero insisten. Todos los días aparecen un artículos reclamando la total laicidad de las costumbres públicas: fuera crucifijos, fuera funerales católicos de Estado, fuera signos y actos de culto en cárceles, escuelas públicas y cuarteles. Desean poder exclamar como en tiempos pretéritos Azaña: “España ha dejado de ser católica”. Desean que la religión sea una cuestión totalmente privada.

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