Para quien se vaya a ordenar de sacerdote


Hoy por hoy y mañana, y a un plazo de bastantes años, quien se vaya a ordenar de sacerdote, que se enamore de Cristo al cien por cien. Y si no, que se salga. Lo va a pasar muy mal. Así de claro.

Conviene hablar del celibato de forma positiva, cosa que muchos no lo hacen. Echo de menos en algunos educadores pasados y tal vez presentes: por ejemplo el no haber insistido lo suficiente en el enamoramiento de Cristo. Así, como suena. Jesucristo merece la pena del todo y para todos. Pero de una manera especial para los líderes del Evangelio. Si quieres ser sacerdote, enamórate de Cristo.

Serás sacerdote feliz. Los hay aunque no muchos. De lo contrario vas a estar siempre en crisis afectivas. Para el sacerdote su esposa ha de ser Cristo, aunque suene un poco raro. Su quitapesares, el amor de sus amores. El Sagrario el lugar de su gozo, de su intimidad. Pero en algunos temperamentos es imposible. Estos tales creo que deben desistir del sacerdocio, al menos mientras los dirigentes de la Iglesia no admitan el sacerdocio en los casados.

A Él hemos de ir dedicando paulatinamente todos nuestros tiempos libres y recreos. Siempre que nos encontremos a solas con nosotros mismos, nuestra conversación ha de ser con Él, nuestras lecturas de Él, nuestro gozo encontrarnos con Él. Él va a ser la vida de nuestra vida.

Una aventura del tipo erótico en el sacerdote que ha de seguir célibe es, aparte de pecado, una insensatez; exponerse a todo lo peor. Además, la castidad también existe para el soltero aunque no vaya a ser sacerdote. Por eso, lo de "peligros" es preciso tenerlo en cuenta y apartarse. Pero antes es necesario un entrenamiento en el amor esponsal con Dios, con Cristo, con la Eucaristía.

Hemos de exponer la idea tal y como es: realista y a la vez idealista, mística, humana, fascinante, pero de una enorme dificultad. Y más vale no ordenarse si pretendemos echar de vez en cuando un cana al aire para probar.

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