Entre el egoísmo y la realización personal

Es un hecho universal: los seres humanos tienen como objetivo alcanzar toda o parte de la felicidad; quieren ser felices. Y la expresión más concreta de la felicidad se manifiesta en la realización personal. Ahora bien ¿es admisible toda realización personal? ¿cuándo podemos calificar de egoísta o de auténtica la tarea de la autorealización? La respuesta depende del enfoque. Puede darse una realización de tipo “narcisista” y por lo tanto dominada por el egoísmo, y puede darse la realización aceptable del “hombre para los demás”


Personas realizadas
Antes de reflexionar, vendrá bien una descripción de personas felices o no, realizadas o sin la realización debida. Así podemos comprobar que la realización como parte de la felicidad es la vivencia que encontramos en:
-la madre satisfecha como esposa al comprobar cómo sus hijos crecen sanos y son buenos estudiantes;
-el padre que tiene un trabajo seguro, bien remunerado para el bienestar de toda su familia;
-el hijo con sus amigos, diversiones y estudios en el colegio y en la universidad, camino de una profesión que le gusta;
-la persona que madura en valores humanos y en responsabilidades ante la sociedad y en su religión: el niño se ha convertido en persona adulta;
-el profesional que triunfa como médico, empresario o político. Persona con vocación y al que le salen bien sus tareas;
-el creyente que encuentra en la fe un apoyo para superar dificultades personales y para ayudar al prójimo.

No se sienten realizadas
Por el contrario no se siente realizada o quizás se considera infeliz quien:
-tiene títulos y capacidad pero no trabajo seguro o remuneración suficiente;
-el esposo que posee abundancia económica pero en su casa falta, amor, paz y diálogo;
-la esposa que se siente utilizada por esposo e hijos mayores sin tiempo para sus distracciones;
-el enfermo o el familiar, víctimas de una enfermedad grave y con pocas posibilidad para recuperar la salud;
-el educador frustrado, incapaz de transmitir ciencia, orden o valores a los alumnos;
-el profesional a quien no le va o no le gusta la profesión. Rinde lo mínimo y es una persona “cansada” y sin ilusión;
-el egoísta que engaña, instrumentaliza o pisotea los derechos ajenos para conseguir su “bienestar” pero en el fondo no es feliz;
-los casados que están sin trabajo, despedidos y con una hipoteca que pagar;
-el que pone su realización o felicidad en consumir, divertirse, pasarlo bien pero sin preocuparse del prójimo y de sus compromisos sociales y religiosos. En momentos de reflexión ve que su vida es un fracaso sin qué ni para qué.

Identidad de la realización personal La realización personal equivale al amor a sí mismo e incluye el proceso de quien lucha por el desarrollo de sus facultades y el logro de sus aspiraciones personales para mejor servir al prójimo. Comprende el logro de los objetivos trazados según sus aspiraciones y metas. Una de ellas es la posesión de una fuerte personalidad que se manifiesta en el desarrollo integral del hombre, en la plenitud consciente de todas las cualidades físicas, psíquicas y espirituales, bien armonizadas e integradas entre sí; con recta independencia en el pensar, en el sentir y en el querer
Nos encontramos ante un derecho de quien desea llegar a la plenitud del ser humano como expresión del hombre que se ama a sí mismo, lucha por cuanto necesita y desea, tanto para sí como para su familia y para su entorno social.

Fundamentos ¿En qué se fundamenta la realización personal?
En el amor a sí mismo como exigencia de la naturaleza que impulsa a cada individuo para conseguir cuanto necesita para su desarrollo personal y el de las personas con las que está vinculado. La misma naturaleza promueve el deseo de conservar y desarrollar la personalidad con los bienes necesarios para una vida digna según posibilidades. Por lo tanto, buscar el bien de la propia persona es un impulso natural irresistible y una exigencia incuestionable del amor a sí mismo.

La felicidad como meta
Consciente o inconscientemente, toda realización apunta a la felicidad. Con una palabra o con otra, la felicidad resume la realización positiva de las personas en sus principales aspiraciones y valores. Desde una perspectiva o desde otra, ser feliz es el ideal de vida que se esconde en la lucha por conseguir fines totales o parciales. Lograr la felicidad, liberarse, ser feliz, pasarlo «lo mejor posible», gozar de la vida, amar y ser amado, realizarse o salvarse según la propia fe.., son términos que expresan una dimensión básica de la persona.
Felicidad relativa. Al hablar de la felicidad no nos referimos a la absoluta, imposible en esta vida porque siempre hay alguna carencia o la presencia de algún mal. Tratamos más de una felicidad relativa, la ocasional si es posible. Si habláramos con precisión solamente existe momentos felices gracias a las esperanzas que mantienen el ánimo, a las ilusiones que compensan en la adversidad y las satisfacciones que alegran un poco la vida. La felicidad como fruto de estos factores es uno de los valores que sostienen la vida de la persona.
La felicidad es una dimensión básica de la persona. La experiencia confirma que a lo sumo gozamos de momentos de relativa felicidad. Pero una felicidad completa y permanente durante la vida no está al alcance de los humanos. Seremos felices en la medida en que se cumpla nuestra realización personal, nuestras ilusiones y deseos como es el amar y el ser amado. Para el creyente, la absoluta felicidad se dará en el cielo cuando pueda ver, comunicarse y tratar a Dios con amor

El egoísmo como gran obstáculo
El hombre, como animal social, está proyectado hacia los demás y encuentra su comunión personal en la alteridad. La madurez social mide la capacidad de trascender de la persona humana. Es impensable el hombre en trascendencia sin un mínimo de donación del yo al tú (individual o colectivo, humano o divino). Pero el egoísta se ama con exceso y no guarda el equilibrio entre el amor a Dios, al prójimo y a sí mismo. La actitud egoísta se convierte en culto a la propia persona y puede terminar en soberbia que sobrevalora sus posibilidades y desprecia al prójimo. El egoísmo señala el punto cero de la persona encerrada e incapaz de salir de sí misma y de mantener contacto con el no-yo, con el tú que socialmente le trasciende.

Manifestaciones. El egoísmo anula la realización personal auténtica porque busca solamente su realización para su felicidad. Varias son las manifestaciones
-la actitud dominante: “mis intereses y deseos antes que nadie”;
-el anteponer el propio interés a los legítimos derechos del prójimo;
-la incapacidad de dar con generosidad;
-la defensa de sus intereses como lo primero y lo último;
-la injusticia porque no guarda el justo equilibrio entre el derecho personal y el ajeno:
-la falsedad de quien afirma que ama pero tal amor rehúsa el compromiso de la autodonación; cosifica al tú como algo que llena su vida, que da felicidad pero que no es amado por sí mismo.
-la vivencia del “yo te necesito”. Y su gran respuesta: “yo te instrumentalizo”. En definitiva, quienes conviven son “un algo” que llena su vida, simples medios para su felicidad.
-la confusión del amor con el afán de poseer. El orgulloso quiere conquistar al otro pero no darse;
-el narcisismo que es una mezcla de egoísmo y de orgullo. Narciso se enamoró de sí mismo viendo su imagen en un río y la pasión le llevó a la muerte. El egocéntrico necesita ser amado y admirado por los demás; el narcisista tiende a disponer de los demás y a utilizarlos sin ninguna consideración.
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